En los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, en Génesis y en el Evangelio, encontramos a dos hombres que podrían considerarse auténticos precursores de la Nueva Humanidad: Moisés y Jesús.
Parece que el hombre perfecto no puede ser víctima de la enfermedad y la muerte obligatoria, y sabemos que ninguno de estos hombres fue víctima de la enfermedad, y ninguno de los dos sucumbió a la muerte obligatoria.
Moisés, según la Biblia, vivió 120 años “en plena juventud”; y después de eso transformó su cuerpo material en un cuerpo astral.
No se conoce ninguna enfermedad acerca de Jesús, y él dice repetidamente que nadie puede quitarle la vida, que voluntariamente abandona su vida cuando quiere y la reanuda cuando quiere, como realmente sucedió.
Estos dos representantes de la Nueva Humanidad, por la forma en que vivieron, estaban interesados en mostrar el camino que puede preludiar al hombre perfecto, pero que la condición fundamental para eso es que el hombre hace una evolución en absoluta fidelidad con las Leyes de la Naturaleza. La rebelión contra estas leyes produce estancamiento, incluso involución. Está en el poder del libre albedrío ser fiel o infiel a estas leyes eternas.
Según Moisés y Jesús, hay dos factores que impiden que el hombre logre su evolución de ascensión: la lujuria y la codicia.
Génesis arroja la terrible maldición sobre el abuso sexual: "Maldita sea la tierra por tu culpa"; mientras que Jesús, en el Evangelio, excluye del Reino de los Cielos a cualquier hombre que abusa de la propiedad, "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un hombre rico entre en el Reino de los Cielos ... No puedes servir a Dios y a las riquezas".
Estas maldiciones: la lujuria y la codicia apuntan a eliminar los dos mayores impedimentos para el advenimiento de la Nueva Humanidad. Lujuria, porque el instinto sexual en los hombres es tan intenso, casi incontrolable, que vive veinticuatro horas en celo, y con la misma intensidad, su deseo de tener materialidades y de tener más y más, independientemente de si esto produce la miseria de muchos otros humanos.
En toda la naturaleza, hay medios para ciertos fines; quien usa los medios por sí mismo, y no por el fin, obstruye el camino ascendente de la evolución. Pero quien usa los medios como fines y no por esos fines, abre el camino correcto hacia una evolución superior.
Moisés y Jesús, estos dos precursores de la Nueva Humanidad, hablan en nombre del hombre perfecto e invitan a dar el primer paso hacia el advenimiento del Reino de Dios en la tierra, a través de la obediencia a las Leyes de la Naturaleza.
El ser humano de hoy, con la excepción de unos pocos, aún no ha comenzado el preludio de esta Nueva Humanidad, totalmente esclavizado por el abuso del sexo, la codicia y otras mezquinas aspiraciones que obstruyen el camino de una evolución. En última instancia, todo el caos y todos los dolorosos problemas humanos de hoy provienen de no observar las Leyes de la Naturaleza, que solo aceptan medios por el bien de los fines, y no medios autónomos y aislados, que no agregan nada y no determinan un fin, que permanecen estancados y no promueven una evolución, por lo tanto, pierden la conexión con el destino cósmico de la humanidad, y es por esta razón que enfrentamos una frustración existencial y pérdida de identidad en este período oscuro y problemático en el que vivimos. Querer (placer) solo es legítimo cuando está subordinado al deber (fin); porque todo querer por querer es idolatría y convierte la realización existencial en frustración existencial.
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