Un hombre puede ser profundamente religioso sin involucrarse en ningún dogma religioso inmutable, ya que la religión y la moral consisten únicamente en el hecho de que el hombre se guía por la verdad más elevada accesible para él y en el estado evolutivo en el que se encuentra. En este sentido, Benedito de Espinosa, uno de los racionalistas y filósofos más célebres del siglo XVII dentro de la llamada Filosofía Moderna, ya negaba que fuera necesario seguir dogmas, rituales y observancias inmutables para guiar al hombre de manera segura en su peregrinación de ascensión hacia el encuentro de Dios. Siendo judío de origen portugués, terminó siendo expulsado de la sinagoga de Israel por divergir de la ideología judía. Espinosa fue considerado por otros grandes pensadores, “el hombre que tenía la visión más profunda de Dios” y “un hombre intoxicado de Dio”.
El mal o el pecado solo existen porque el hombre se deja vencer por tendencias y hábitos inferiores, que no corresponden a los objetivos superiores determinados por la creación, como un potencial para desarrollarse y alcanzar la autorrealización. Para que el hombre sea éticamente bueno, es suficiente que se guíe por lo que es más superior, objetivamente. Así, por ejemplo, para la época de Moisés, en el entorno del pueblo de Israel, la ley de represalia, de “ojo por ojo, diente por diente” era la forma más elevada de ética que estas personas podían concebir, porque vivieron en una época en que la venganza ilimitada era la regla general; posteriormente, la venganza se limitó estrictamente a la ofensa (que rara vez se observa hoy). Este fue un gran paso adelante en el camino de la evolución ética de este pueblo, aunque, a la luz de las doctrinas de Jesús, la venganza se considera algo inmoral.
En consecuencia, la misma norma puede ser buena para una determinada etapa evolutiva, y puede ser mala para una etapa superior. Sin embargo, este inevitable “relativismo” de la norma de la moral no es “arbitrario”, subordinado al mero capricho del hombre; y tampoco es absoluto, sino “relativamente absoluto” para cada etapa del conocimiento humano, porque el hombre se guía por lo que sabe en este momento, de lo que puede concebir mejor. En otras palabras, el hombre espiritualmente infantil, bebe la leche que se le proporcionó para alimentar, actúa y tiene su moral y ética, de acuerdo con este incipiente alimento recibido. Sin embargo, el hombre graduado de la Universidad del Espíritu, digiere alimentos sólidos, teniendo como base de comportamiento, una visión superior de la realidad.
El viejo adagio filosófico, "lo que se recibe está en el receptor de acuerdo con la capacidad del receptor" ilustra bien esta verdad. Todo finito recibe del Infinito lo que corresponde a la mayor o menor extensión de su finitud. Si la capacidad finita es igual a 10, el contenedor recibirá 10; si es igual a 50, recibirá 50; si es igual a 100, recibirá 100. Quien vaya al océano con un vaso, llenará un vaso de agua; el que vaya con un litro lo llenará; quien vaya con un balde llenará un balde, no por el océano, sino por la capacidad del vaso, el litro y el balde.
Espinosa pensó que el hombre genuinamente religioso no debería preocuparse por la salvación de su alma. Una vez, una dama católica de Ámsterdam, que sufría de ansiedad de conciencia sobre su salvación eterna, le pidió consejo al filósofo judío, quien respondió que debía permanecer en la realidad en la que se encontraba y que no debía preocuparse por el destino de su alma. después de la muerte física, pero que puso todos sus esfuerzos en alinear su voluntad humana con la voluntad de Dios, porque el resto vendría solo y no podría evitar ser bueno.
Albert Einstein, este visionario universal, científico y místico, consideró a Espinosa como el filósofo que más influyó en su filosofía de vida. Spinoza equiparó a Dios (sustancia infinita) con la Naturaleza, de acuerdo con la creencia de Einstein en una deidad impersonal. En 1929, el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó a Einstein si creía en Dios. Einstein respondió: “Creo en el Dios de Espinosa que se revela en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por los destinos y las acciones de los seres humanos”. Entre otros, el pensamiento de Espinosa influyó en la vida y obra de Goethe y del escritor argentino Jorge Luís Borges; Los conceptos de Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche y Henri Bergson. Inspiró al pensador inglés Samuel Taylor Coleridge, así como a los poetas William Wordsworth y Shelley.
El monumento erigido en honor a Spinoza en La Haya, recibió el siguiente comentario de Joseph Ernest Renan, un filósofo, teólogo, filólogo e historiador francés, en 1882: “Maldición al transeúnte que insulta a esta cabeza suave y reflexiva. Serás castigado como todas las almas ordinarias son castigadas, por su propia vulgaridad y por su incapacidad para concebir lo que es divino. Este hombre, desde su pedestal de granito, les indicará a todos el camino de la felicidad que encontró; y para todos los tiempos, el hombre sabio que pasará por aquí dirá en su corazón: Él fue quien tuvo la visión más profunda de Dios”.
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