Wednesday 7 October 2020

CÁNTICO DEL SOL

De vez en cuando, hay seres enviados por los Poderes Cósmicos a aterrizar en el planeta Tierra, provenientes de regiones distantes de los Universos. Son los ungidos, los avatares, los Maestros, los yoguis intensos, los santos. Cuando logran atravesar la oscura y pesada atmósfera espiritual de nuestro planeta, inmunes al peligro, por lo general no correrán la misma suerte al aterrizar aquí y enfrentar las pruebas más terribles, solo porque son seres celestiales y por eso mismo, ¡el destino es una muerte infame! Y, por paradójico que sea, redimirse al no crear revueltas por las condiciones enfrentadas, y una vez cumplida la tarea, regresan a esferas aún más elevadas que cuando llegaron, hasta que un día fueron parte integral de estos mismos Poderes Cósmicos.

¡Son seres imbuidos de las misiones más sagradas! Trabajan para despertar en los humanos y otros seres de los Universos - que están en el mismo rango de vibración espiritual humana - la ilusión que los atrapa arrastrándose por las llanuras yermas de la mediocridad y en los valles donde se hunden en el barro de la iniquidad. Eventualmente pueden hacerlos despertar de esta ilusión, y como no hay evolución sin resistencia, estos seres semi-despertos aún encuentran las paredes rocosas de algunos Himalayas, difíciles de escalar, o en otras palabras, difíciles de salir de la zona de conforto donde vivían.

Muchos son los nombres de estos avatares mártires que descienden de las alturas a los abismos de la corteza terrestre. Si los comparamos con los miles de millones de seres humanos que han fallecido y aún viven aquí, son un número muy pequeño, pero han dejado a través de los siglos un mensaje eterno y definitivo.

Entre ellos, dos, en particular, una mujer y un hombre, en esta simbiosis de perfecta polarización, que vivieron en un período de la más densa oscuridad de la Edad Media en Europa, aunque en la era atómica de nuestros días, y a lo largo del mundo, el sol todavía no tiene la misma intensidad, ¡en lo que respecta a la metafísica humana!

Fueron contemporáneos de nacimiento en el mismo país y la misma ciudad; y ahora considerados las figuras religiosas más venerables y los seres humanos más perfectamente crísticos de la historia: Chiara d'Offreducci y Giovanni di Pietro di Bernardone: ¡Francisco de Asís y Clara, una especie de Magdalena en la fe desenfrenada en Jesús!

Clara y Francisco dejaron una extensa obra de caridad, que se corresponde exactamente con la experiencia mística del mismo Cristo Jesús y su ética con sus semejantes. Han aprendido por clarividencia interior que todos los seres de la creación son sus hermanos y hermanas, es decir, efectos de la misma Causa Primaria. A Francisco se le atribuye una oración magnífica y sublime, a pesar de las controversias sobre la autoría, pero que sin embargo representa una de las reverencias más genuinas al hombre cristiano y su actitud hacia sus semejantes. Clara y Francisco renunciaron a todo, aunque no se violaron sus conceptos de propiedad, y cuando renunciaron a todo, se convirtieron en dueños de todo. Y hoy representan el nivel más alto de amor infinito.

 

CÁNTICO DEL SOL

“Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.

Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.

Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad...”

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