1) - Al principio, cuando todavía estamos en la escuela primaria de la espiritualidad, ignorantes de la mística divina, oramos por nosotros mismos, con el deseo de lograr algún objeto que, en nuestro desconocimiento, juzgamos necesario para nuestra felicidad.
2) - Después, en el nivel secundario de espiritualidad, donde la moral y la
ética aún están fragmentadas y la mística vive en su estado potencial, rezamos
por el bien de los demás, para liberarlos de algún mal y conseguirles algunos
bienes.
3) - Finalmente, después de la gloriosa peregrinación por el camino angosto
y la pequeña puerta que conduce a la vida, donde ingresamos al nivel
universitario de la espiritualidad, y la mística en plena dinámica, no rezamos
por ningún objeto, sino solo por la identificación progresiva del Yo esencial
divino, con la Realidad Universal, o con la Causa Primaria, es decir, Dios. Y
todo nuestro deseo se resume en el anhelo de pertenecer bajo Su luminosa
presencia, así como la planta quiere ser envuelta y penetrada por la luz del
sol. Todo nuestro deseo impuro de “tener” terminó en el puro deseo de “Ser”. Y
entonces sólo conocemos esta gran melodía: “Dios, santificado sea tu nombre ...
venga tu reino ... hágase tu voluntad ...” ¡Donde la oración de petición da
paso a la afirmativa!
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