Muchos cristianos hoy esperan la segunda venida de Cristo, en anticipación de una llegada gloriosa y físicamente perceptible.
En el primer siglo, casi toda la cristiandad estaba segura de la venida del Reino de Dios antes del final del siglo, pero grande fue su desilusión cuando el Reino de Dios no se reveló.
El Apocalipsis afirma que el Reino de los Cielos será proclamado, y habrá un nuevo cielo y una nueva Tierra.
La segunda venida de Jesús, el anuncio del Reino de Dios, todo esto debe ser intuido espiritualmente y no analizado intelectualmente.
Jesús les dijo a sus compatriotas del primer siglo: “Hay algunos entre ustedes que no verán la muerte hasta que vean el Reino de Dios en su gloria”. Por lo tanto, concluyeron que el Reino de Dios se manifestaría antes del final del siglo, y se sintieron decepcionados cuando nada sucedió.
¿No pasó nada?
Un evento estupendo sucedió en la mañana de Pentecostés cuando 120 personas fueron iniciadas en el Reino de Dios por el carismático Cristo.
La segunda venida de Jesús probablemente no será un evento histórico visible externamente sino la manifestación del Cristo interno en la conciencia y experiencia de muchas personas.
Durante miles de años la humanidad, incluso los cristianos, han vivido a merced de su ego humano. Pero, según las Leyes Cósmicas, una gran culpa genera un gran sufrimiento. En este siglo XXI de la Era Cristiana, el mal colectivo de la humanidad ha llegado a un clímax sin precedentes. Los videntes, antiguos y modernos, sin exceptuar al mismo Jesús, profetizaron tragedias inauditas para las próximas décadas. El Anticristo del mal colectivo intentará destruir la obra de Cristo, y el grueso de la humanidad sucumbirá a su estrategia.
Pero cuanto más se intensifica el polo negativo del mal, más se intensifica también el polo positivo de las buenas obras. Cuando los dos polos de la naturaleza humana, su lado cristiano y el satánico, alcancen el apogeo de su intensidad, en el bien y en el mal, habrá una manifestación gloriosa del Reino de Cristo en la Tierra. Ese es un estallido interno de Cristo, un Pentecostés a gran escala, no de 120 personas, sino de millones. Y este estallido interno afectará también, indirectamente, a la experiencia externa. Cristo vendrá de las nubes del cielo, con gran poder y majestad, como ya vino en el año 33, sobre las nubes de la ignorancia de sus discípulos.
Los fenómenos descritos en el texto sagrado deben ser entendidos espiritual y simbólicamente.
Una segunda venida material de Cristo, completando la primera venida material de Jesús, en nada cambiaría la situación de la humanidad, como no ha cambiado hasta ahora.
Anualmente, la cristiandad occidental celebra el nacimiento de Jesús como una fiesta social y comercial, o incluso con una liturgia espiritual, pero nada de esto ha mejorado a la humanidad. El gran místico medieval Meister Eckhart escribió: “Mil veces que Jesús nace en la cueva de Belén, si Cristo no nace en tu alma, estás perdido”.
Los acontecimientos internos, no los fenómenos externos, proliferan cada vez más entre los seres humanos. Últimamente se observa en los cinco continentes un deseo creciente de una experiencia directa de Dios, ya que las experiencias crísticas no dependen de terceros, de teologías y rituales, sino de una experiencia personal y directa del Cristo interior. Si este anhelo se intensifica y se generaliza, puede ser el preludio de un nuevo Pentecostés, una transición radical del ego adámico al Yo divino.
La segunda venida de Cristo no depende del mundo objetivo externo al hombre sino del mundo subjetivo dentro de él. Para muchos hombres y mujeres verdaderamente espirituales, la llegada de este advenimiento glorioso de Cristo ya se ha producido. Un advenimiento que no ocurre propiamente; en cambio, será creado por el hombre mismo. La nueva conciencia mística y la nueva experiencia ética son las únicas responsables de este advenimiento de Cristo en espíritu y verdad.
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