Wednesday 20 October 2021

¿QUÉ ES ORAR? ¿UN ACTO O UNA ACTITUD?

“Es necesario rezar siempre y no dejar de rezar nunca”.

Estas palabras de Jesús son para el profano el mayor de los enigmas, o el mayor de los absurdos. ¿Cómo puedo rezar siempre si tengo que trabajar? Si lo obedezco, debería renunciar a todo mi trabajo profesional, relegando mi familia, los deberes sociales, la ciencia, el arte y todo lo que hace posible y digna la vida humana. Resulta que el cristianismo no es compatible con la vida humana cotidiana.

Y así dicen y piensan los analfabetos del mundo espiritual.

¿Por qué?

Porque ignoran completamente lo que es “rezar”.

“Rezar” es, para la persona común, decir fórmulas específicas, en ciertos momentos, en ciertos lugares, especialmente los domingos, en una iglesia en particular.

“Rezar”, u oración en el sentido de Jesús y de todos los genios espirituales, no es un acto, sino una actitud, aunque esta actitud interna, permanente, se manifieste finalmente en acciones externas, transitorias. La esencia interior de la oración es una actitud, una forma de ser, un tipo de vida, salud, alegría, amor, que son estados o actitudes, no solo actos externos.

Es necesario, según él, que el hombre cree en sí mismo este clima permanente de oración y viva en este entorno, como quien vive a pleno sol, que calienta, favorece el trabajo, da salud, bienestar, alegría, felicidad. La oración permanente de la que habla Jesús es una especie de luminosidad interior constante, una conciencia espiritual que envuelve y penetra la actividad humana, decorando todo con un halo invisible.

Si bien la oración es una actitud permanente, no puede prescindir de actos individuales, asiduos y repetidos. La actitud es una especie de estratificación interior que se ha formado a partir de los residuos inconscientes de numerosos actos conscientes que han migrado desde la superficie del ego a las profundidades del Yo, y allí se asientan para formar una vasta capa de hábito permanente, que es llamado actitud.

Una vez que esta capa ha adquirido suficiente volumen, de ella irradian energías invisibles hacia la superficie del ego, de ahí la necesidad de trabajar actitudes o hábitos positivos, y evitar la creación de hábitos negativos.

Para formar esta actitud permanente, el hombre debe tener un tiempo particular cada día para sumergirse completamente en el mundo espiritual. Esta hora de oración, meditación o comunión con Dios es absolutamente indispensable para la salud y la vida del alma. Durante la meditación, el Yo espiritual debe estar fijo e intensamente enfocado en Dios y el mundo divino, sin deambular por el mundo de los sentimientos o pensamientos. Es lo que Jesús llama “retirarse a su cubículo, cerrar la puerta detrás y orar a solas con Dios”. Para facilitar esta quietud, palabras como: “El Padre y yo somos uno”, “El Padre está en mí y yo en el Padre”, “El Cristo vive en mí”, “Yo soy la luz del mundo”, debe usarse en el pensamiento.

Cuanto más intenso es este enfoque de conciencia espiritual, mayor es la abundancia de luz y fuerza que recibe el alma, ya que la medida de la recepción depende del grado de receptividad, y esta práctica eleva e intensifica la receptividad del alma.

Después de la meditación u oración, el hombre vuelve a sus tareas diarias sin perder el contacto interno con el mundo espiritual, lo que comenzará a espiritualizar su mundo material, no solo sin prejuicios sino con una ventaja real sobre este mundo material.

Salud significa integrar al individuo en el Todo.

La enfermedad es una integración deficiente del individuo en el Todo, que eventualmente puede conducir a la muerte, a la desintegración.

A nivel orgánico, esta integración del individuo en el Todo se realiza de dos formas:

1) - A través de los alimentos, el cuerpo humano recibe energía calórica de la luz solar luego de ingerir y asimilar los nutrientes.

2) - A través de la respiración, el oxígeno inhalado es el vínculo que pone al organismo individual en contacto directo con el vasto océano de energías del Universo.

Sin este contacto permanente y renovado entre el cuerpo individual y estas energías, no hay vida ni salud.

Esta misma ley del mundo orgánico también está vigente en el mundo espiritual: la vida y la salud representan el contacto permanente entre el ser individual y el Ser Universal. Lo que sucede en el nivel orgánico a través de la asimilación y la respiración también ocurre en el nivel espiritual a través de la oración o comunión permanente con Dios. Sin este contacto, no hay vida ni salud espiritual. Donde cesa la asimilación o la respiración, el individuo sucumbe al hambre o la asfixia, y donde la oración, que es la asimilación y la respiración del alma, termina, enferma y se desmaya por la falta de estos elementos vitales.

Conociendo esta verdad, Jesús dijo: “Es necesario orar siempre y nunca dejar de orar”. La oración es la caloría y el oxígeno del espíritu.

Existe una íntima relación entre el cuerpo y el alma, entre la parte orgánica y espiritual del hombre, actuando una sobre la otra, en la estrecha relación entre la enfermedad orgánica y la enfermedad moral de los hombres.

Sin embargo, la salud espiritual puede alcanzar la perfección suficiente hasta el punto de que sin ayuda externa se logra una salud orgánica.

En el Evangelio, el centurión de Capernaum que tenía fe no curó a su siervo, pero, en contacto con el sólido enfoque espiritual de Jesús, esa fe se fortaleció y se llevó a cabo la curación. Algo similar le sucedió a la mujer cananea, cuya fe y contacto con la espiritualidad superior del Nazareno logró curar a su hija atormentada por un espíritu maligno. Lo mismo sucedió con la mujer que tocó el manto de Jesús. Además, con el hombre que se confiesa creyente e incrédulo – “Creo, Señor, ayuda mi incredulidad” - y el bajo potencial de su fe, potencializado por el contacto con la alta espiritualidad de Jesús, sanó a su hijo.

Un imán de alta potencia, que actúa sobre uno de baja potencia, le da poder y le permite hacer lo que por sí solo no podría realizar.

Una batería de alto voltaje, en contacto o por inducción directa con otra de menor voltaje, eleva su voltaje y le da una potencia superior a la que poseía por sí misma. Una batería más fuerte nunca pierde energía por contacto con una menos fuerte. Aun así, el que tiene la energía más alta siempre domina a lo más pequeño. Lo positivo eleva a lo negativo. La plenitud llena el vacío, “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron”.

En resumen, el poder de la oración no está en el que reza sino en el mundo espiritual con el que está en contacto. Quien reza no es la fuente sino el canal o vehículo entre los mundos orgánico y espiritual. Supongamos que este canal es transparente, adecuado y sin obstrucciones; los fluidos espirituales que actúan sobre el mundo orgánico pasan por él. Y por eso “todo es posible al que tiene fe”; "Todo lo que pidas en mi nombre, cree que lo recibirás".

 

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