Diferentes hechos durante la larga historia del cristianismo han revelado, para todos los que lo han experimentado hasta el día de hoy, incluidos los miembros de la propia institución, la discrepancia entre el cristianismo de los primeros siglos -desde las catacumbas hasta su reconocimiento por el Edicto de Milán, en el año 313- que oficializó el cristianismo y puso fin a tres siglos de persecución, invitando a los discípulos de Jesús a unirse a la organización del Imperio Romano y haciendo del cristianismo la religión oficial del estado; defendido con armas, política y dinero: armas para matar enemigos, política para engañar a los amigos, dinero para comprar y vender conciencias.
Esta oficialización decretó el fin de tres siglos de cristianismo genuino y el comienzo de muchos siglos de otra forma de cristianismo: social, político y militar, reemplazando en consecuencia el prístino y transparente Evangelio de Jesús por el oscuro evangelio del clero.
Esta paradoja, entre El Sermón del Monte y las persecuciones posteriores a quienes insistieron en preservar las enseñanzas de Jesús, generó una serie de críticas y escritos, entre ellos la obra original ROMA Y EL EVANGELIO - España, 1874 denunciando con vehemencia el evangelio del clero con su mandatos y excesos y los intereses de grupos que tienen el control de esta organización.
En marzo de 1899, la traductora del texto al portugués, en sus palabras, se refiere a un grupo de eruditos dentro de las filas de la iglesia que lograron reconocer las imperfecciones del romanismo en cuanto a las sublimidades contenidas en el Evangelio de Jesús porque Roma no es este Evangelio de las eternas verdades. Con ello, decidieron escribir el libro para no caer en la incredulidad, ya que no encontraban satisfacción alguna en la Iglesia romana, rompiendo así con el fanatismo que proclama la absurda "fe pasiva", apoderándose de la "fe razonada", el único agradable a la Omnisciencia; Omnisciencia que dio razón al espíritu para ser un instrumento útil en los hechos de su mejoramiento, que representa la ley de la evolución.
El Libro Roma y el Evangelio, que fue elaborado por D. José Amigó y Pellícer y su grupo, contiene los estudios filosófico-religiosos y teórico-prácticos realizados por el Círculo Espírita Cristiano de Lérida, España, en 1874 por no conciliar la estrechez de la Iglesia de Roma con la amplitud de la obra trazada por Dios, sintiendo que algo humano necesitaba ser quitado y que el Espiritismo debía ser el instrumento del Evangelio de la purificación de Jesús.
A mediados del siglo XIX surgió en América el movimiento conocido como Espiritismo Moderno, cuyo hito histórico es el famoso caso de las Fox Sisters, en Hydesville, Nueva York: la frecuente aparición de una entidad espiritual que desencadenó la curiosidad y el atrevimiento de evocar los "muertos" para que uno pudiera desvelar y evidenciar la supervivencia de la muerte después de la muerte. A partir de entonces vino la fiebre de las mesas redondas. Esta fenomenología espiritualista atraviesa el Atlántico y llega a los grandes centros urbanos de Europa, ganando contornos cada vez más sofisticados, culminando con la sistematización de la Doctrina Espírita, codificada por Alan Kardec, quien, a través de sus obras literarias - comenzando por El Libro de los Espíritus - y su liderazgo, exportado de Francia al mundo entero, el Espiritismo, es decir, la tercera revelación de Dios a la Humanidad, bajo el manto del Espíritu de la Verdad.
Las luces del Espiritismo llegan a tierras españolas despertando las más diversas impresiones. Mientras algunos se encandilaron y convencieron fácilmente con la novedad, otros -más comedidos o incluso refractarios a la nueva ola- se posaron con cierto interés ante los preceptos transformadores y desafiantes de la Doctrina Espírita. Entre estos últimos, podemos destacar al personaje que es el autor de esta recopilación: D. José Amigó y Pellícer.
Junto a un selecto grupo de amigos, filósofos, clérigos y hombres de ciencia, instalaron un grupo en la ciudad de Lérida, en Cataluña, España, para apreciar -y quizás desenmascarar- el movimiento espírita que venía de París. Decidieron entonces investigar, con todo rigor, las proposiciones espíritas y, dada la contingencia real que se presentaba, dar una opinión honesta sobre esas ideas de "mediumnidad", "hablar con los Espíritus", "reencarnación", "evolución espiritual" y "salvación a través del autodescubrimiento": ideas ajenas a la cultura occidental y amenazadoras para el orden religioso y civil.
La reunión de este grupo de investigadores independientes resultó en una gran especulación: finalmente, esas extravagantes subversiones provenientes de Francia serían ridiculizadas por la retórica de ese grupo de notables, así se pensaba.
Ocurrió que el grupo -siguiendo la lógica- terminó investigando la veracidad de las manifestaciones espirituales y absorbiendo naturalmente las excelentes conclusiones filosófico-morales del Espiritismo, de modo que, entonces, en mayo de 1873, se convirtió oficialmente en el Círculo Espírita Cristiano, de el que figuraba como líder y portavoz D. José Amigó y Pellícer.
El primer impacto positivo fue la prueba de mediumnidad, a través del ejemplo concreto de los experimentos realizados dentro del Círculo; luego, examinando los principios filosóficos y religiosos, terminaron afirmando que la revelación espiritista vino a representar el Evangelio de Jesús, cumpliendo así la promesa del Consolador, enviado por el Padre, de ratificar el mensaje cristiano, de traer nuevas revelaciones de espiritualidad y, finalmente, ser permanente entre los hombres de buena voluntad.
El grupo era consciente de que esa nueva doctrina implicaba una ruptura con las tradiciones primitivas y un antagonismo con los intereses de la Iglesia romana - y por tanto un desafío personal para el grupo: hacer frente a la ira reaccionaria del clero católico, para lo cual debían enfrentarse con exposición personal y persecuciones de todos los tipos. Fueron expulsados del círculo religioso de la Iglesia Católica, calumniados, procesados, expulsados de sus ocupaciones profesionales, algunos incluso encarcelados.
Sin embargo, D. José Amigó y Pellícer y su grupo no se dieron por vencidos: siguieron su conciencia y apoyaron la convicción espírita hasta el final. En representación del Círculo Espírita de Lérida lanzaron la revista Espírita: El Sentido Común, cuyo primer número se publicó el 15 de mayo de 1875, con el título “Revista de ciencia, cristianismo, democracia - Órgano del pensamiento libre cristiano”. Este periódico mantuvo una edición mensual hasta 1886, pasando luego a quincenal hasta 1889. Mientras tanto, la revista sufrió varias sanciones: en el año de su lanzamiento, fue suspendida por dos meses por orden del Gobernador Civil de la provincia, en la solicitud del clero católico local; para compensar la ausencia de otras suspensiones, el grupo hizo uso de otras publicaciones, como La Voz del Sentido Común y Luz en el Alma.
Roma y el Evangelio, es a la vez una historia del Círculo Espírita de Lérida y un mensaje profundo, con un análisis de la revelación espírita, dedicado a todos aquellos interesados en nuevos horizontes de conocimiento y a los anhelos de un pueblo saturado de llamamientos arcaicos de una iglesia opresiva, de una teología oscura y una liturgia obsoleta. El libro ofrece una lectura útil, especialmente considerando la posibilidad de comprobar mensajes psicográficos de entidades iluminadas como: María de Nazaret, Félicité de La Mennais, San Agustín, Juan Evangelista y el codificador del Espiritismo, Allan Kardec.
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