“Siempre hay que orar y no darse por vencido. Cuando digas tu oración, no lo hagas como los hipócritas que fingen rezar, parados en sinagogas para ser vistos por los hombres. De verdad te digo que ya han recibido su recompensa. Cuando quieras orar, hazlo en secreto, porque el Padre, viendo lo que está sucediendo en secreto, te dará la recompensa”.
La oración es un estado de introspección, una invocación, consciente e intencional, que busca una conexión con la espiritualidad superior. La oración dentro del alma dedicada a las luchas, se asemeja a la lámpara que se enciende en un ambiente problemático; la presencia de luz no cambia la situación de ese entorno ni elimina los escombros acumulados, sin embargo, muestra sin fanfarria, el servicio que debe hacerse. Cada oración elevada es una fuente de magnetismo creativo y vivificante, y cada criatura que cultiva la oración, con el equilibrio adecuado de sentimientos, se convierte gradualmente en un foco radiante de las energías de la Divinidad.
“Libérate, oh hombre, del desastroso error de que la oración vale lo que logra, solo vale lo que es.
El propósito de la oración no es lograr ningún bien, es hacerte bueno.
Ser íntimamente bueno valen más que todos los bienes externos.
Es una inmersión en los mares profundos del Eterno.
Es un método terapéutico intenso para el alma.
La oración te hace mejor, más paciente, más humilde, más caritativo, más sereno, más ligero, más feliz, más humano y más divino: este es el verdadero valor de la oración.
No importa lo que tenga o no tenga; lo más importante es lo que es.
Un hombre puede tener mucho o poco, ser sabio o ignorante, estar sano o enfermo, pero nada de esto afecta a su ser interior.
La oración hace al hombre lo que debe ser en el plan eterno.
Es un baño de luz en el sol Infinito.
Es un método terapéutico intenso para el alma.
Actúa como el sol, que despierta la semilla latente en el fondo de la tierra y da origen a la planta.
Bajo la luz de la oración, las fuerzas latentes del Yo esencial superior despiertan dentro del hombre.
Surgen las raíces profundas del alma, se expanden las hojas verdes de las ideas y los ideales, florecen las flores de las virtudes y maduran los ricos frutos de la justicia y el amor.
Bajo el ardor divino de la oración, las toxinas de los hábitos viciosos y el olor fétido de los deseos profanos se neutralizan ...
Es por eso que todos los espíritus superiores, todos los grandes benefactores de la humanidad, eran hombres de oración y amigos de grandes preocupaciones espirituales.
Es por eso que cada hombre sin el amor de la oración es un organismo espiritualmente empobrecido.
La planta no puede vivir y prosperar excepto bajo la luz del sol: el alma humana no puede cumplir su gran destino excepto en el divino sol de oración ...
¡Abre, oh hombre, los pulmones del alma a la atmósfera vitalizante de la Divinidad!
¡Respira hondo las auras de la mañana desde arriba!
Y tendrás salud espiritual ...
Juventud infalible ...”
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