Tuesday 2 November 2021

EL ALIENTO DE DIOS Y EL SILBIDO DE LA SERPIENTE

Todos los mensajes de inspiración divina son difíciles de entender según el análisis intelectual, como el enfoque de Moisés al comienzo del Génesis, sobre dos factores aparentemente antagónicos pero complementarios: el aliento de Dios y el silbido de la serpiente; o, en lenguaje intuitivo, el espíritu del Ser y la inteligencia del ego, palabras que han sido objeto de milenios de controversias, planteando la posibilidad de la oposición de ideas o palabras de la Divinidad misma.

Moisés usó el símbolo del “aliento de Dios” para indicar el espíritu y la expresión “el silbido de la serpiente” para designar la inteligencia del hombre. En todo momento, la serpiente se ha manifestado como un símbolo de inteligencia, e incluso Jesús usó este símbolo cuando dijo a sus discípulos: “Sed inteligentes como la serpiente”.

El espíritu y el intelecto son las dos facultades de la naturaleza humana que gobiernan todos los acontecimientos de la vida. El espíritu, o razón, que la filosofía griega llamó Logos, y el intelecto, que llamaron Nóos, son, por así decirlo, los dos polos de la naturaleza humana. El intelecto es la manifestación del ego periférico del hombre, mientras que el espíritu, o la razón, manifiesta su Yo central.

La antigua sabiduría del Bhagavad Gita dice que el ego es el peor enemigo del Yo, pero el Yo es el mejor amigo del ego. También dice que el ego es un mal señor de la vida, pero un gran sirviente.

Pablo de Tarso escribió a los cristianos de Corinto: “El intelectual no comprende las cosas del espíritu, que le parecen una tontería; tampoco puede comprenderlas porque las cosas del espíritu sólo se pueden comprender espiritualmente”.

Dado que el hombre no apareció como un hombre perfecto, sino con la habilidad de ser perfecto, en medio de un proceso evolutivo, dos fuerzas opuestas debían actuar en él, destinadas a reconciliarse en la síntesis de su plenitud.

En el hombre, solo existen los componentes potenciales para ser un individuo integral. Depende de él dinamizar la composición armoniosa y el funcionamiento de un personaje real para establecer su armonía total.

Si, según el Bhagavad Gita, el ego intelectual del hombre es el enemigo de su Yo racional, no habría esperanza de una síntesis armoniosa. Sin embargo, dado que el Yo racional es amigo del ego intelectual, puede haber un tratado de paz entre los componentes de esta naturaleza humana aparentemente antagónica pero complementaria.

Es parte del plan cósmico que hay lucha en la naturaleza humana, porque sin resistencia no hay evolución. El hombre, al ser una entidad creativa, tiene el poder de autorrealizarse.

Teilhard de Chardin conduce a la evolución del hombre desde la hilosfera (esfera de materia inanimada), a través de la biosfera (esfera de la vida), a la noosfera (esfera del pensamiento) y más adelante a la logosfera (esfera de la razón). Esta larga evolución ascendente no es posible sin luchas, sin el conflicto entre las fuerzas del Yo y el ego, a primera vista, adverso e irreconciliable, pero cuyo propósito es una síntesis notable. El teólogo Orígenes de Alejandría, ya observó en el siglo III en su doctrina que enseña que llegará un tiempo en que todas las criaturas libres compartirán la gracia de la salvación y la reconciliación del Yo y el ego.

Quien contempla el drama de la humanidad unilateral y parcialmente no puede dejar de ver en el ego intelectual al adversario irreconciliable del Yo espiritual, por lo tanto, es imprudente decirle al hombre espiritualmente primitivo que existe la posibilidad de una síntesis entre estas dos antítesis.

Hasta el día de hoy, la mayoría de los seres humanos se encuentran en el nivel de la noosfera, el ego mental, interesados solo en los objetos externos e indiferentes al sujeto interno; sólo una pequeña élite ha llegado a la logosfera, que está profundamente interesada en el Yo central.

Einstein escribió que el hombre intelectual descubre los hechos de la naturaleza, mientras que el hombre racional crea valores dentro de sí mismo. El intelectual, el erudito, encuentra lo que ya existe. Aquel con mayor evolución se da cuenta en su conciencia de valores que no existían, pero que él hace existir. Este científico místico dice que: “Del mundo de los hechos (que es la ciencia), no conduce ningún camino al mundo de los valores (que es la conciencia), porque los valores vienen de otra región”.

Tanto el aliento de Dios como el silbido de la serpiente representan un simbolismo que emana de los Poderes Cósmicos, del Infinito. Corresponde al hombre realizar la gran síntesis entre estas antítesis complementarias. Es precisamente en este logro en el que se basa la gran tarea del hombre, ya que su plena autorrealización es la obra más destacada de todo el Universo.

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