Cuenta la historia de tiempos pasados, que el origen y la naturaleza del hombre habían venido directamente de Dios, como un ser perfecto, pero Satanás causó su caída; Después de la caída, Dios envió un Salvador a la humanidad para restaurar lo que Satanás había destruido.
Más recientemente, la teoría de Darwin sobre la descendencia del hombre de seres inferiores a él ha prevalecido entre los científicos.
Pero ninguna teoría es aceptable por lógica o historia.
El hombre era, al principio, un verdadero ser humano, pero en una etapa menos avanzada de su evolución, tanto física como espiritualmente.
No hubo caída, como afirman las religiones.
Lo que ha sido y sigue siendo es una lucha entre los dos principios básicos de la naturaleza humana: espíritu y materia. La materia se manifiesta al principio como una mente que, en Génesis, aparece en la forma simbólica de la serpiente, mientras que el espíritu se llama el aliento de Dios.
“No somos seres humanos con una experiencia espiritual... Somos seres espirituales con una experiencia humana.” Teilhard de Chardin
La tarea del hombre no es extinguir el elemento mental y desarrollar el lado espiritual. La tarea de la vida y evolución humana es establecer la armonía entre el aliento de Dios y el silbido de la serpiente.
El hombre es el dueño de su destino y el comandante de su vida.
Al hombre se le dio el potencial de evolucionar, desde una etapa menos avanzada, que es la del hombre adámico de hoy, hasta la etapa más avanzada, la del hombre crístico del futuro, porque Dios creó al hombre lo menos posible para que pudiera crear, desarrollarse, evolucionar aún más, hasta que alcance el estado crístico de su plena evolución.
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El origen del ser humano continúa bajo un velo de misterio, donde se multiplican las teorías materialistas sobre su origen, y aun enfrentando el desafío de lo que se llama el “eslabón perdido”, un momento de la historia que la ciencia no puede identificar.
Con el avance científico y metafísico, llegará un momento en que la idea de que el hombre siempre ha existido, será aceptada, sin embargo, no proveniente de ningún ser inferior no humano. Tanto el hombre como todos los demás seres de la naturaleza que existieron y existen son parte de la idea de creación, del laboratorio mental de los Poderes Cósmicos, y en esto se puede trazar una analogía con la pregunta que se hace en todos los ámbitos de las relaciones: ¿Quién vino primero, el huevo o la gallina? Y la respuesta obvia es, ¡la idea nació primero! El hombre pudo haber usado diferentes prendas en el transcurso de su peregrinaje en la tierra, sin embargo, el hombre - la idea - fue el principio básico.
A los humanos se les dio el potencial de ser eternos o de disolverse en el éter, según la dirección que les dé su libre albedrío.
Sus características físicas cambiaron a lo largo de los milenios, debido a las costumbres y culturas en las que vivió y vive, como sus características craneofaciales; el hombre paleolítico tenía una región esplácnica superior e inferior pronunciada, donde se ubican los órganos masticatorios, incluidos los cuartos molares, pero con la porción superior del cráneo reducida. Con el avance del intelecto y la alimentación menos rudimentaria, el cerebro se desarrolló, dando la apariencia del hombre de hoy. El hombre del futuro, algún día tendrá otras características craneofaciales, la región esplácnica reducida y el cerebro agrandado, pero el hombre, como idea, esencia, siempre ha sido el mismo, hoy como en su pasado remoto. ¡De modo que la afirmación de que el Creador “creó al hombre lo menos posible para que el pudiera crearse a sí mismo lo más posible” es perfectamente aceptable!
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