Friday 3 December 2021

EL CRISTO A LA LUZ DEL QUINTO EVANGELIO

El Quinto Evangelio, del apóstol Tomás, descubierto en Egipto en 1945, no es una biografía de Jesús como los otros Evangelios. Se refiere únicamente a 114 aforismos, que son preceptos o reglas de procedimiento expresadas en forma de frase breve y conocidas como máximas de Cristo Jesús. Aforismos que casi todos remiten a la idea central del Reino de Dios, que está en el hombre y debe manifestarse externamente, en la sociedad y en el mundo entero.

Hay algunos tan profundamente místicos entre estos breves capítulos que no pueden analizarse intelectualmente sino intuirse espiritualmente. Por ejemplo, los aforismos 13 y 13-A se refieren a lo siguiente:

“Jesús dijo a sus discípulos: Compárenme y díganme a quién me parezco.

Y Simón Pedro respondió: Eres como un ángel justo.

Dijo Mateo: Eres como un hombre sabio y comprensible.

Thomas respondió: Maestro, mi boca es incapaz de decir quién es usted.

Jesús respondió: No soy tu Maestro, porque has bebido de la fuente burbujeante que te he dado, y en ella te embriagaste.

Entonces, Jesús llevó a Tomás a un lado y se alejó, diciendo tres palabras. Y cuando Tomás regresó con sus compañeros, preguntaron ¿qué dijo Jesús? Y Tomás respondió que, si te dijera una de las palabras que me dijo, me habrías apedreado y saldría fuego de las piedras para prenderle fuego”.

El profundo significado de estas palabras no se puede pronunciar. Y es por eso que Tomás prefirió el silencio cuando Jesús le pidió su opinión.

El profundo silencio de Tomás es la declaración más elocuente de la indecible grandeza de Cristo, abriendo así los cauces para la afluencia de la intuición espiritual.

La verdad última acerca de Cristo no se puede decir ni pensar. Lo que se puede pensar ya está adulterado; hay una segunda tergiversación si se habla del pensamiento. Si se escribe este pensamiento y esta palabra, se completa la tercera falsedad de la verdad.

Las grandes verdades solo pueden recibirse en total silencio, ya que son mensajes del alma misma del Universo. Por eso, Tomás optó por permanecer en silencio dos veces: no dio su opinión ni reveló a otros lo que Jesús le dijo.

Quien quiera saber qué es Cristo debe callar en profunda receptividad para que la cosmo-plenitud pueda colmar el vacío del ego. El hombre sólo puede deletrear el ABC del Cristo, pero para conocerlo y saborearlo, tiene que entrar en la Universidad Cósmica del Silencio.

Lo más extraño de este pasaje son las palabras que Jesús le dijo a Tomás: “Yo no soy tu Maestro” porque ya has superado al Jesús humano y entraste en la visión del Cristo divino; bebiste del cáliz de la sabiduría suprema, y por eso elegiste permanecer en silencio.

Después, Jesús llevó aparte a Tomás y le reveló en silencio la plenitud de Cristo. Una revelación tan trascendente que Tomás no se atrevió a comunicársela a sus compañeros, quienes lo hubieran creído loco y lo hubieran apedreado por blasfemo, pero de las piedras habría brotado un fuego en el testimonio de la verdad.

Esta revelación anónima, que no se puede expresar con palabras, es uno de los puntos culminantes del Evangelio. La pregunta “¿Qué piensas de Cristo?” obliga a Thomas a guardar silencio total, que es la mejor respuesta.

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