Thursday 23 December 2021

¿POR QUÉ SUFRIÓ Y MURIÓ JESÚS?

El cristianismo tradicional del clero encontró la respuesta conveniente a la razón de la muerte de Jesús: murió para pagar por los pecados de la humanidad.

Sin embargo, el cristianismo del primer siglo no encontró esto tan conveniente, ya que, para los primeros cristianos, la pasión y muerte de Jesús era un enigma incomprensible. Y cómo logró desafiar victoriosamente las trampas de sus enemigos, y rendirse, en los últimos días, a la furia de sus captores, y aun diciendo: “Esta es tu hora y el poder de las tinieblas”, dejándose atar voluntariamente.

Incluso Pablo de Tarso, después de su dramática conversión a las puertas de Damasco, estaba perplejo por la razón de la muerte voluntaria de Jesús. Para intentar resolver el acertijo, se retiró a los desiertos de Arabia y durante tres años meditó sobre este misterio. Finalmente, Pablo creyó haber encontrado una solución plausible: asoció la muerte de Jesús con la ideología milenaria de la sinagoga de Israel, que anualmente mataba al “chivo expiatorio”, juzgando que, con la muerte de este animal inocente, los pecados de Israel serían perdonados. Pablo pensó que había descubierto que Jesús se entregó a la muerte para pagar con su sangre la deuda de la humanidad delante un Dios ofendido.

Sin embargo, esta solución no fue aceptada por el cristianismo primitivo. El mismo Jesús, que muchas veces predijo su muerte y resurrección, nunca afirmó que sufriría y moriría por los pecados de la humanidad. Muchos cristianos vieron en su muerte una continuación del destino de casi todos los profetas antiguos: el justo no es tolerado por los pecadores, entre los que vive, y sufre una muerte violenta. La idea de una muerte expiatoria no era la opinión generalizada en el primer siglo.

A esta aceptación también se opuso la idea de que Dios podía sentirse ofendido por los pecados y hacer que el único hombre sin pecado sufriera y muriera por la culpa de los pecadores.

Solo muchos años después, se generalizó la idea de que, como dice Pablo, “la sangre de Jesús nos limpia de todos los pecados”.

La idea de la redención por factores externos, de una muerte expiatoria, se originó en el judaísmo, no en el cristianismo. Ni Jesús ni los cuatro evangelistas se refieren a esta idea de que murió para pagar por los pecados de la humanidad, porque, según los teólogos cristianos, todo hombre, incluso hoy, nace en el pecado, de ahí el bautismo para redimir el pecado original. Ni siquiera el Quinto Evangelio, del apóstol Tomás, descubierto en 1945 en Egipto, se refiere con una sola palabra a la muerte de Jesús por causa de los pecadores.

Cuando los discípulos de Emaús, en la tarde de la primera Pascua, se sintieron decepcionados por la muerte cruel de un hombre inocente, Jesús, que los acompañaba de incógnito en espíritu, no les respondió que era para pagar por los pecados de la humanidad, como cualquier teólogo hubiera dicho hoy, pero simplemente dijo: “¿No debe Cristo sufrir todo esto para entrar en su gloria?”

Con estas palabras Jesús sugirió lo verdadero señal de su prueba: sufrió y murió voluntariamente para realizarse, para entrar en una gloria aún mayor.

Esta idea de la autorrealización futura es incomprensible para muchos teólogos de hoy, porque piensan que un hombre como Jesús no alcanzaría sus metas personales en el futuro. En realidad, él insinuó esta realización futura.

Toda la criatura, independientemente de su evolución, puede evolucionar aún más porque la evolución es un proceso indefinido y nunca terminado. Cristo Jesús, según Juan, el discípulo amado, era el “Unigénito del Padre” y, según Pablo de Tarso, era el “Primogénito de todas las criaturas”; es decir, fue engendrado, fue criatura, y toda criatura, hasta el primogénito, es finita y puede realizar su evolución en el futuro, pudiendo entrar en mayor gloria. Jesús, aunque muy evolucionado y entrando en la vida terrestre, podría evolucionar aún más, bajo la protección del Cristo divino, como él mismo insinúa en el Gólgota, cuando dice “está consumado”, poniendo fin a su evolución terrena, porque ha entrado en su gloria.

Jesús sufrió y murió voluntariamente para completar su realización terrena.

Y puesto que toda la plenitud necesariamente desborda - “de su plenitud todos recibimos gracia y más gracia”, como escribió el discípulo amado - el desborde de esta plenitud de Cristo revierte en beneficio de toda la humanidad, que así se beneficia de la autorrealización de Jesús.

El motivo principal de su muerte voluntaria no fue la redención de la humanidad, sino la plenitud de la autorrealización de Cristo, como él mismo señala a los discípulos de Emaús.

Cuando está altamente evolucionado y liberado de su ego, todo avatar siente la necesidad de servir voluntariamente a los que todavía están en la escuela primaria de la espiritualidad, y todo servicio prestado a la humanidad se revela en el sufrimiento voluntario.

Al comprender la naturaleza de Jesús, también se comprende la razón de su sufrimiento y muerte voluntaria. La entrada en su gloria es su evolución superior, la plenitud de la autorrealización de su ser crístico, porque en él “habita toda la plenitud de Dios”, y, para realizar esta plenitud divina, integró todo el ego humano de su Jesús en el Yo divino de su Cristo, y al final, sacrificando su propio cuerpo.

¿Cuándo comprenderá el cristianismo al verdadero Cristo?

No comments:

Post a Comment