En Dios no hay persona, ya que la idea de persona es como de una cobertura que recubre al ser humano como criatura, es decir, como individualidad.
A principios del siglo IV, con la ayuda y el apoyo del emperador romano Constantino el Grande, se permitió a los cristianos perseguidos salir de las catacumbas, donde vivían como adherentes a una religión prohibida. Los cristianos comenzaron a organizarse y analizar intelectualmente su experiencia intuitiva con el amanecer de la libertad.
La filosofía cristiana de la época fue el neoplatonismo, con sede en Alejandría; sin embargo, las escuelas neoplatónicas fueron cerradas por orden del emperador, pues esta filosofía, esencialmente intuitiva-mística, no favorecía la constitución de una poderosa jerarquía eclesiástica que unificara a las decenas de iglesias cristianas, que chocaban dentro de sí.
El platonismo intuitivo fue sucedido por el aristotelismo analítico, que desde entonces gobernó la formación de la jerarquía y dio carácter a la teología eclesiástica hasta alcanzar su culminación en el siglo XIII, por el prestigio de Tomás de Aquino.
En estos siglos aristotélicos se desarrolló la idea de un Dios, uno en naturaleza y tres en personalidades. Como resultado de una visión o experiencia mística, Aquino revocó toda su teología analítica al final de su vida, declarando que todo era “paja”.
Sin embargo, las doctrinas aristotélico-tomistas continúan hasta el día de hoy como la teología oficial de la iglesia.
Siendo la Divinidad la Realidad o la Esencia misma, ninguna distinción de personalidad tiene sentido. La teología clerical, sin embargo, no admite este monismo que no existe como persona, sino que ha organizado un monoteísmo personal, dando personalidad a Dios y distinguiendo en él a tres personas.
El monoteísmo personalista es incompatible con el mensaje de Cristo: “El Padre y yo somos uno, el Padre en mí y yo en el Padre ... El Padre también está en ustedes y ustedes en el Padre”.
El punto de vista de Jesús es completamente monista, no monoteísta; para él, hay una sola Esencia, a la que llama Padre, que se manifiesta en muchas existencias o criaturas. Después de afirmar, “El Padre y yo somos uno”, agrega, “pero el Padre es mayor que yo” como diciendo: Yo, el Cristo, estoy en la Divinidad, pero no soy la Divinidad, porque es infinitamente más grande que yo. O en terminología filosófica: Yo, la existencia individual, soy una manifestación de la Esencia Universal, que es más grande que cualquier existencia; ustedes también son existencias individuales, encarnaciones de la Esencia única de la Divinidad.
La manifestación individual de la Divinidad Universal es llamada por él Dios. Cuando fue acusado de pretender ser Dios, no lo negó y agregó que los hombres también eran Dios, es decir, manifestaciones individuales de la Divinidad Universal: “Ustedes también son dioses”.
Cuando Cristo Jesús se llama a sí mismo Dios, afirma que es una manifestación individual de la Divinidad. Sin embargo, él no se hace parte o persona de la Divinidad, como tampoco hace a los hombres partes o personas de la Divinidad. Como piensan los poetas, ninguna criatura es parte o chispa de la Divinidad; si la Divinidad se dividiera, cesaría la unidad.
Las criaturas son solo manifestaciones de la Divinidad o existencias múltiples de la Esencia.
El Universo es el mejor símbolo de la Esencia Única manifestada en varias existencias. Por ejemplo, uno puede simbolizar la Divinidad por un pensador y criaturas como sus pensamientos o idea. El pensamiento es una manifestación parcial del pensador, pero no puede considerarse un componente y una parte separada del pensador.
Cuando la Divinidad Universal infinita se manifiesta en cantidades finitas, no se divide, sino que, permaneciendo integral e inmutable, manifiesta externamente su realidad interna.
Cristo no es la segunda persona de la Trinidad, así como el Espíritu Santo no es la tercera persona, como constitutivo de la Divinidad misma, que no es compuesta sino simple.
La doctrina de un Dios Trino, nacida al comienzo de la teología eclesiástica, es prueba convincente de que la Divinidad no puede ser analizada, pues todo análisis presupone descomposición ya que la etimología de la palabra griega “análisis” significa disolución. Quien analiza a Dios es ateo.
La suprema Divinidad Universal, la Tesis Absoluta, sólo puede ser conocida por intuición, experiencia o convivencia íntima. Todo lo que se puede analizar pensando, hablado es finito. El Infinito no se puede analizar, pensar o expresar con palabras.
La certeza de Dios no proviene del análisis, del pensamiento, lo que ciertamente le sucede al hombre cuando se abre interiormente y se vuelve receptivo a recibir esta revelación. “Cuando el discípulo está listo, aparece el Maestro”.
Desde principios del siglo IV hasta el siglo XX, la iglesia estuvo dominada por el aristotelismo analítico, especialmente por Tomás de Aquino; últimamente, hay una creciente prevalencia del neoplatonismo intuitivo, que fue la filosofía de los eruditos del cristianismo en los primeros siglos.
La filosofía oriental también admite tres entidades en la Deidad suprema de Brahman, a saber: Brahma, Visnú y Shiva. Pero estas tres entidades no son individuos sino funciones de la Divinidad, que se revela a sí misma como Brahma, el Creador; Visnú el Continuador y Shiva el Consumador.
En este mismo sentido monista, tres entidades pueden aceptarse como funciones de la Divinidad: La Esencia Única se manifiesta incesantemente como existencia iniciadora, continuadora y consumadora.
El monoteísmo teológico de las iglesias esta se acercando cada vez más al monismo filosófico, admitiendo, además de la Divinidad trascendente, al Dios inmanente. El monismo no es panteísmo (todo es Dios), pero se le puede llamar panenteísmo (todo en Dios), que es la creencia de que Dios está en todas las cosas y que su presencia es permanente, aunque puede cambiar y ser dinámica). Como también admite Teilhard de Chardin: la unidad de la Esencia en la diversidad de existencias. La Divinidad trascendente es inaccesible a la inteligencia humana; revelado como el Dios inmanente, es accesible.
Según el Evangelio, Cristo es la primera y suprema emanación de la Divinidad, el “unigénito del Padre”, según Juan, y el “primogénito de todas las criaturas”, según Pablo de Tarso.
Cristo es Dios, pero no es la Divinidad.
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