Wednesday 15 December 2021

¿POR QUÉ ENCARNÓ EL CRISTO CÓSMICO?

Más de 2000 años después del nacimiento de Jesús, toda la humanidad, cristiana y no cristiana, estableció su cronología temporal con el nacimiento de un hombre que ayudó a su padre en una modesta carpintería, y aún hoy esta humanidad no sabe muy bien por qué...

La respuesta que suelen dar los teólogos cristianos a esta pregunta es bien conocida: “salvar a la humanidad”.

Sin embargo, el mismo Jesús no sabe nada de esta supuesta salvación; nunca afirmó que vino al mundo con este propósito, e incluso los evangelios no lo citan.

Según la tradición cristiana, Jesús se apareció a dos de sus discípulos en el camino a Emaús después de su crucifixión y resurrección, justo cuando ambos estaban de luto por su muerte. Antes de la escena, Jesús les preguntó cuál era el tormento, qué dudas los acompañaron, cuando el mismo respondió: “¿No debe el Cristo sufrir todo esto para entrar en su gloria?”

¡Pero ni una palabra sobre la supuesta salvación de la humanidad!

Pablo de Tarso, en la Epístola a los Filipenses, escribe: “Él (el Cristo), que estaba en la gloria de Dios, no creyó necesario aferrarse a esta igualdad divina; pero se despojó de los esplendores de la Divinidad y se hizo hombre, siervo, víctima, crucificado. Por eso Dios lo exaltó soberanamente y le dio un nombre que está sobre todos los nombres para que, en el nombre de Cristo, se doblen todas las rodillas de los seres celestiales, terrestres e infra terrestres, confesando que él es el Señor”.

Ni una palabra sobre la intención de salvar a la humanidad. Así, de manera velada, Pablo dejó muy claro que Cristo Jesús, a través de la encarnación, se hizo más grande de lo que era, hasta el punto de que todas las criaturas del Universo proclaman su grandeza.

En este sentido, se vuelve a la incomprensible cuestión de los avatares, el descenso de una entidad espiritualmente elevada, a mundos de vibración espiritual inferior, como la Tierra, ya que cada avatar se desprende de los esplendores de su grandeza y desciende a la pequeñez de mundos inferiores. Pero... ¿por qué motivo?

No para redimir a los habitantes de estos mundos sino para llevar a cabo su futura evolución.

Sin embargo, para comprender este extraño peregrinaje en sentido contrario, es necesario recordar que la ley suprema del Universo es la evolución. No importa cuán evolucionado, ninguna criatura está al final de su evolución. Ese término no existe; cada criatura está en un viaje sin fin a mundos superiores.

Cuanto más liberado se siente un avatar, mayor es su deseo de esclavizarse a sí mismo, ya que la voz cósmica de su conciencia dice que esta esclavitud espontánea es el único camino hacia la liberación futura.

Aquellos que son menos libres no desean esclavizarse a sí mismos, pero aquellos que se sienten más libres quieren esclavizarse voluntariamente.

En el sentido tradicional, no se trata de una “reencarnación”, que sería obligatoria. En cambio, es un descenso por amor, por sentirse más libre.

El amor que motiva al avatar a descender es el amor propio, el amor por una mayor autorrealización. Para “entrar en su gloria”, el avatar sale externamente de esta gloria y desciende a la infamia de la esclavitud voluntaria, la humillación, el sufrimiento, la muerte, ya que esta es la única forma de ascender a esferas superiores, como lo exigen las Leyes Cósmicas, inexorablemente.

Los horrores sufridos por Jesús al final de su vida son absolutamente incomprensibles excepto ante esta gloriosa peregrinación a una esfera inferior. Para que pueda decir en la cruz, su última y más gloriosa palabra: “Consumado es”, se humilla hasta el más mínimo grado de servidumbre, desprecio, desprestigio voluntario, donde al final de su vida terrena reúne todo lo que puede ser imaginado de horrible e infame. Y, como si los sufrimientos físicos no fueran suficientes, añadió sufrimientos metafísicos.

En lo alto del Calvario, los jefes de la sinagoga lo desafían a descender de la cruz, en prueba de su misión divina: “Si tú eres el Cristo, baja de la cruz y tendremos fe en ti”.

Probablemente, muchos de los líderes de la sinagoga temían que Jesús escuchara el desafío y descendiera en gloria de la cruz, lo que sería la derrota final de la sinagoga.

Jesús, sin embargo, no dio esta prueba suprema de su mesianismo, asumiendo la infamia de ser un falso mesías, de engañar al pueblo con tres años de imposturas y magia negra.

Y, hasta el colmo de la humillación, en lugar de descender de la cruz y demostrar así su misión divina, hizo exactamente lo contrario: gritó en voz alta: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Al escuchar estas palabras, los enemigos de Jesús deben haberse satisfecho con la burla y el triunfo. ¿Escuchaste? - preguntó Caifás - ¿qué dijo? Que fue abandonado por Dios, que es un pseudo-Cristo... Teníamos razón al decir que era un falso Cristo, un aliado de Satanás... Ahora, en el momento supremo, confesó la verdad: Dios abandonó él...

Es difícil concebir una auto difamación mayor que esta. En su carrera hacia el abismo de la humillación deliberada, Jesús no escatima oportunidad para demoler su grandeza. Con este grito, entregó a sus enemigos la mejor daga contra sí mismo.

Y sus discípulos y amigos, que escucharon este grito de abandono, ¿qué deberían pensar? Su madre, su amado discípulo Juan, su fiel discípula Magdalena, todos oyeron que su querido Jesús se confesó desamparado por Dios... ¿Y cómo podrían seguir amándolo y siguiéndolo si Dios mismo lo hubiera desamparado?

Esta cruel decepción de sus devotos amigos y discípulos debe haber sido el paso final en esa marcha acelerada hacia la auto difamación y el vaciamiento del ego.

La carrera hacia el nadir había terminado.

Jesús, con su madre y su discípulo, al pie de la cruz, dijo a su madre: “Aquí está tu hijo”, y le dijo al discípulo: “Aquí está tu madre”.

Después de deshacerse de estos últimos tesoros que aún tenía en la Tierra, se liberó totalmente de todo y de todos, y su Cristo pudo decir: “Consumado es”. Y finalmente: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Este es el drama trágico y glorioso de la encarnación de Cristo Jesús.


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