Friday 20 November 2020

EL INTELECTO Y SU PENSAMIENTO HORIZONTAL Y LA VERTICAL DE LA REDENCIÓN

Nuestra inteligencia capta cosas más refinadas que nuestros órganos sensoriales, como las realidades del mundo inmaterial, del mundo metafísico, lógico, racional, que son las relaciones causales entre los humanos; percepción en la que se basa toda la cultura tecnocientífica del hombre. La misma palabra, intelecto o inteligencia, que en latín es “inter-legere”, define admirablemente la función específica de esta facultad humana: a través del intelecto, el hombre lee o recoge, realidades existentes, realidades que para los sentidos son irrealidades, cosas no existentes, donde los órganos sensoriales no se ven afectados.

Al hombre meramente intelectual le resulta difícil comprender las realidades del mundo espiritual, y por mucho que el hombre espiritual busque y trate de explicar a sus semejantes lo que es Dios, el Cristo, la vida eterna, etc., no puede comprender lo verdadero significado de estas palabras, que pasa imperceptiblemente por su intelecto. Para él, Dios es una “palabra sagrada”, o incluso una “idea poética”, pero de ninguna manera una “realidad objetiva”.

Un día, alguien le preguntó a San Agustín qué es Dios, y el gran genio africano respondió: “Si nadie me pregunta, yo sé lo que es Dios, pero si alguien me pregunta, confieso que no lo sé”. Lo que significa que intelectualmente ignoro, pero espiritualmente sé lo que es Dios; dado que esta realidad muy sutil del espíritu no es inteligible analizable y definible, puedo tener una idea intuitiva de Dios sin poder dar una definición intelectual.

Lo que el hombre intelectual debe hacer para comprender el mundo espiritual no es intensificar su inteligencia, que sería la continuación de la misma línea horizontal, sino tomar otra dirección, la nueva dirección de la verticalidad. Por supuesto, no es posible tener una línea vertical sumando o multiplicando las horizontales, ni siquiera usando fórmulas mágicas; es necesario abandonar este nivel e iniciar una trayectoria distinta.

Este cambio de la dimensión horizontal a la vertical es lo que se llama conversión, redención, salvación, que no es la suma total de inteligencias horizontales, sino un nuevo comienzo, una dirección sin precedentes, una “nueva vida”, un “renacimiento por el espíritu”, el descubrimiento de un nuevo mundo hasta ahora ignorado. No es una “continuación” de algo preexistente, pero es un “nuevo comienzo”, un hecho virgen, original - es una luz deslumbrante que invade la oscuridad.

Esta es la razón principal por la que este “nuevo comienzo" no puede ser fabricado por el profano “hombre adámico” a partir de ciertos materiales preexistentes creados por él - o, como dice Pablo de Tarso, que la salvación es un regalo de Dios; viene de arriba, como obra de la Gracia Divina, no de abajo, gracias a las acciones o interferencias humanas. El hombre puede y debe allanar el camino para el advenimiento de este “nuevo comienzo”, este “renacimiento por el espíritu”, pero no puede crearlo desde dentro o fabricarlo a partir de algo dentro de él, ya que lo menor no puede causar lo mayor, lo negativo no puede producir lo positivo, el pecador no puede hacerse a sí mismo un hombre justo, pues todo esto, sería una flagrante contradicción a las leyes eternas de la Lógica, la Razón, Dios mismo, pero nuevamente, el hombre debe allanar el camino para que ocurra este advenimiento.

En definitiva, lo que el iniciado en las cosas de Dios, el hombre crístico, espiritual, sabe intuitivamente, es lógico y racional. Se puede decir que la mística es integralmente lógica y 100% racional, aunque los profanos lo consideran todo lo contrario. En Dios se abrazan fraternalmente el Logos Eterno, la Lógica y la Mística, la Razón y la Revelación.

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El significado original de la palabra latina “legere” no es exactamente “leer”, como se traduce generalmente, sino “recopilar”, “mantener”. Además, en alemán, la palabra correspondiente “disminuir”, “leer” significa el acto físico de recolectar. La palabra “comprender” deriva de “mantener”; comprendemos lo que “tenemos” en el intelecto; lo que no está limitado por la inteligencia, lo que no se experimenta, no se comprende. 

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