En todos los libros sagrados, desde el Génesis hasta el Evangelio y el Apocalipsis, hay referencias a concepciones virginales. En otras obras de la literatura, también la mención de madres vírgenes, lo que implica la convicción general de que el hombre, en su plenitud crística, no sigue las reglas de la procreación normal.
El significado general de este modo de reproducción no tiene carácter moral, como si las relaciones sexuales fueran incompatibles con la espiritualidad: ¡el amor no excluye el beso! - una idea que se popularizó en la Edad Media después del decreto de Gregorio el Grande sobre el celibato sacerdotal obligatorio, que de hecho fue impuesto por la codicia de los jefes de la iglesia de mantener, extender y perpetuar sus bienes materiales, para el sacerdote casado, si tiene activos, estos pasarían a sus descendientes.
El judaísmo y el paganismo no daban preferencia a la virginidad sobre la maternidad.
El sentido de la concepción virginal es profundamente metafísico. Lo que los libros pretenden implicar es la posibilidad de la perpetuación de los humanos a través de un proceso esencialmente superior al proceso material de otros seres vivos. Dado que la naturaleza humana no solo se diferencia gradualmente de la de los no humanos, sino que es esencialmente más avanzada, su reproducción también debe obedecer leyes esencialmente diferentes. Todo animal se reproduce a sí mismo a través de la acción de los elementos materiales masculinos y femeninos.
Como sabe la ciencia moderna, la materia es el estado visible y condensado de la naturaleza física; según Einstein, la materia es “energía condensada”, es decir, en un estado de máxima pasividad. La energía es “materia no concentrada”, es decir, más activa. Cuanto más perfecto, más activo es. La actividad es perfección, la pasividad es imperfección. Según Aristóteles, Dios es “acto puro”, es decir, actividad pura sin pasividad. En su famosa alegoría de la “rueda gigante”, nos dejó una brillante ilustración: una rueda que recibe su movimiento pivotante a lo largo del eje, tiene el mayor movimiento más alejado del eje, y la menor fuerza; y cuanto mayor es su fuerza, más cerca del eje está. En el centro del eje hay una fuerza sin movimiento, actividad sin pasividad, o según Aristóteles, acto puro. La fuerza es actividad sin movimiento; el movimiento es pasividad. La palabra energía significa literalmente “actividad desde adentro”, es decir, una fuerza sin movimiento, actividad sin pasividad. Un alto voltaje, o un acumulador, es, en el mundo de la física, fuerza inmóvil, actividad pura.
La fertilización por vehículos materiales es el proceso más elemental de transmisión de la vida, y la transmisión por vehículos energéticos sería más sofisticada; la vida así transmitida no se vería afectada por las imperfecciones inherentes a la materia pasiva.
Pero esta transmisión por vehículos energéticos supone tanto un transmisor como un receptor de naturaleza superior. Podemos ilustrar esta premisa a partir de la siguiente comparación: A través del aire, puedo transmitir mi voz a cientos de metros; pero mediante el vehículo energético de una onda electrónica puedo transmitir mi voz a miles de kilómetros, de distancia, incluso hablando por el micrófono.
En la fecundación energética no hay contacto físico entre hombre y mujer, sino metafísico, fecundación real pero no material, que supone una evolución tanto del emisor como del receptor. Esta fertilización inmaterial está relacionada con un estado de conciencia comparable al éxtasis divino.
Debido a la ausencia de contacto físico entre hombres y mujeres, se deduce que puede haber una “virgen embarazada”, de la cual Isaías puede decir en (7:14), según la idea del Génesis donde predijo que de una joven nacerá un niño cuyo nombre será Emmanuel (Dios está con nosotros), y que el autor del Evangelio de Mateo solía sugerir que Jesús nació de una virgen y que este cuerpo generado energéticamente sería un cuerpo perfecto, sin enfermedades o muerte obligatoria.
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