El concepto de pecado original permanece, hasta nuestros días, envuelto en misterios y, en consecuencia, el desconocimiento del símbolo metafísico de la existencia de este “pecado”. Las iglesias no saben exactamente cómo dar una respuesta razonable al significado de este simbolismo, practicado en el ritual del bautismo de Juan el Bautista, que requiere una evaluación más profunda ya que es difícil aceptar que alguien haya nacido en pecado.
Cuando un hombre nace, llega a la dimensión terrenal en un estado de equilibrio neutro y transitorio, cuyo potencial se dirige según el entorno en el que vive y las influencias recibidas. Sólo más tarde, cuando comienza a desarrollar el libre albedrío subordinado a las fuerzas del ego tiránico, el hombre comienza a pecar o no, porque los ojos del espíritu, del Yo esencial y divino, de la razón son puros. Aun así, los ojos del ego ciegan al hombre a esa pureza.
Esta evolución sólo tiene lugar en la superación de las fuerzas del ego tiránico que hace que el ser humano permanezca estancado en el pecado, que sólo será absuelto a través del autoconocimiento: “Que yo me sepa conocerte, Señor... para realizar tu gloria en mí, ¡conociéndome mejor!”, conduciendo al hombre por el camino de su autorrealización.
La siguiente es la explicación que da Huberto Rohden, en uno de sus libros, sobre esta teoría del Pecado Original:
“Según la doctrina de las teologías cristianas, el hombre es concebido y nacido en pecado. También es una creencia general que este pecado heredado de Adán y Eva se extingue en el bautismo cuando el recién nacido se lleva delante de una pila bautismal y se vierte agua bendita sobre su cabeza, o por inmersión en agua y ciertas palabras mágicas. Después de eso, el alma humana, poseída por Satanás, ¡se convierte en la hija de Dios!
En el episodio relatado en el evangelio, según el cual Jesús, al estar rodeado de niños, no impide que se acerquen, sino que los invita a estar con él, prueba que ignoró totalmente este pecado original; él los invita diciendo que el Reino de los Cielos les pertenece; y advierte rotundamente a los adultos que no conduzcan a un niño inocente “que tiene fe en él” al pecado. Para Jesús, el alma humana es, como Tertuliano escribió más tarde, crística por su propia naturaleza.
Pero entonces, ¿qué es, el verdadero pecado original?
Todo ser humano solo es consciente de su ego periférico, que es un regalo de cuna, una herencia de la naturaleza humana misma. Esta conciencia egocéntrica hace que el hombre crea que es un ser autónomo y separado de Dios. El hombre-ego ignora su unión esencial con el Ser Infinito, con la Realidad misma; y entonces él actúa de acuerdo con esta ilusión. Esta ilusión de una existencia separada del Infinito, que es su error, su pecado, y lo hace egoísta y egocéntrico en todo. Cuando se le preguntó a Ramana Maharishi sobre qué es el pecado original, respondió sintética y correctamente: “Es la ilusión de una existencia personal separada”.
Esta ilusión separatista del ego es una herencia de toda la naturaleza humana, mientras que la verdad de la unión permanente y esencial con el Infinito es un logro de su conciencia, y esta unión esencial puede y debe ser revelada en una unión existencial.
La ilusión separatista no tiene nada que ver con Satanás, o con la manzana de Adán; es el estado natural de ignorancia e ilusión del hombre profano. Y la abolición de esta ilusión se logra al despertar la verdad sobre la naturaleza humana.
Bautismo es la palabra griega para zambullirse: cuando el hombre se sumerge en la verdad de su naturaleza divina, pierde la ilusión de su ego ficticio, y luego es “bautizado”, es decir, se sumerge en el baño de la luz de la verdad sobre sí mismo. “Solo te sumerjo en el agua - dice Juan el Bautista - pero después de mí, vendrá alguien que te sumergirá en el fuego del espíritu divino”.
Esta inmersión metafísica puede ser simbolizada por una inmersión física en el agua con el ritual del bautismo, que, según Pablo de Tarso, simboliza la muerte del ego pecaminoso, y la aparición representa el nacimiento del Ser divino. La verdadera inmersión metafísica no es una ceremonia ritual, sino una realidad espiritual.
Jesús nunca bautizó a nadie y Juan el Bautista solo bautizó a adultos, quienes, por cierto, en ese momento, no creían en un supuesto pecado original”.
No comments:
Post a Comment