Todo hombre serio que piensa y estudia racionalmente todas las circunstancias y proyectos humanos está cada vez más convencido de que su conocimiento es sólo una gota de agua en el océano de su ignorancia. Con eso, este hombre aprehende el concepto de aceptación, actúa y volviese cada vez más complaciente, con las “gotas” de conocimiento de sus semejantes y ni siquiera se atreve a afirmar categóricamente: “Esto es cierto, eso es falso”.
San Agustín, este hombre muy moderno del siglo IV, dijo que en toda verdad hay un error y en todo error una verdad.
El hombre que ignora su propia ignorancia, en general, no acepta nada, crea controversias y casi siempre es categórico en sus afirmaciones y negaciones, pues siempre hay una estrecha afinidad entre la ignorancia y la soberbia.
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