Explicación necesaria:
El siguiente texto fue tomado del libro Setas para o Infinito - edición en portugués solamente - (Flechas al Infinito). Un libro probablemente escrito a principios de la década de 1960, donde el autor, Huberto Rohden (1893-1981), filósofo, educador y teólogo brasileño, invita a los hombres de pensamiento sensible, o para aquellos que buscan el verdadero sentido de la vida y su propósito, a un vuelo por la épica del Universo y drama humano; una invitación a una liberación interior definitiva a través de la disciplina mental y la sabiduría espiritual.
El hombre profano, que vive las blasfemias de la vida, con un ego tiránico exagerado, sólo tiene la habilidad de pensar en niveles concretos; su pensamiento siempre se objetiva a los objetos sensoriales, a las materialidades que tanto le fascinan.
Son como flechas que apuntan en todas direcciones y lo embriagan sin saber a cuáles seguir; por regla general, vaga por todas partes, dado el caos en el que vive. Con eso, el hombre deja de pensar con la razón lógica correcta, sin seguir la dirección que indica la flecha de su conciencia.
Y concluye para el hombre “... tener la sensatez de abandonar las flechas colocadas al costado del camino, porque quien se aferra a ellas, fracasa en su propósito, que es ser trascendente y no inmanente; no es un espejo reflectante, sino una ventana abierta que da visión a horizontes más amplios. La misión de la flecha va más allá de su idea indicadora actual y se realiza en un deseo ausente, que es la meta, indicando el camino infinito del destino humano”.
La Filosofía Cósmica es la filosofía según el Universo o Cosmos. No solo se ocupa de la extensa amplitud de la Filosofía Universal, sino de la intensa profundidad que caracteriza al Universo mismo. No toma como referencia a ningún filósofo individual o escuela de pensamiento, sino que refleja la naturaleza de la Constitución del Universo, en la síntesis del Cosmos, es decir, la unidad más intensa en la diversidad más extensa: el Universo en toda su autenticidad e integridad.
El Universo Integral, como causa y efecto, como esencia y existencia, como alma y cuerpo, como fuente y canales, es el único modelo válido para el pensamiento y la vida del hombre. El hombre integral y perfecto está modelado a imagen y semejanza del Cosmos, Uno en su esencia y múltiple en sus existencias.
El Uno es el Infinito, Dios; los múltiplos son los finitos, las criaturas.
Ni el Uno ni lo finito, cuando se toman por separado, forman el gran Todo del Universo; sólo el Uno y los múltiplos finitos - la fuente y los canales - cuando se toman juntos, completan el Universo en toda su autenticidad e integridad. El Infinito de la esencia se revela sin cesar en los finitos de la existencia. La trascendencia del Dios del mundo aparece en la inmanencia de los mundos de Dios. El Universo es la esencia de la existencia, causa-efecto, alma-cuerpo, ser-actuar, Infinito-finito, eterno-temporal, no manifestado-manifestado, absoluto-relativo.
El hombre, este microcosmos, que es un reflejo del macrocosmos, no puede alcanzar directamente la trascendencia del Uno-Infinito, pero sí puede alcanzar la inmanencia de los múltiplos finitos de Dios, que se revela en todas las cosas del mundo. Dios es la Divinidad en su inmanencia finita, que es la existencia de la causa en la causa misma; la Divinidad es Dios en su trascendencia infinita que es su sublimidad. La Divinidad, por así decirlo, se vuelve finita en Dios. La Divinidad "es" - Dios "existe". Nadie puede conocer la Divinidad, solo puede conocer lo que existe.
La palabra griega “kósmos” significa hermoso.
La palabra latina “mundus”, sinónimo de Universo, significa puro.
El Universo es, por tanto, hermoso y puro, cuando se toma en su totalidad genuina.
Cuanto más se parece el hombre al kósmos, más hermoso y puro es. Cuando el hombre se aleja del kósmos o mundus, deja de ser bello y puro. Por tanto, el hombre debe volverse cósmico para ser plenamente él mismo, bello y puro.
El profano es feo e impuro. Solo conoce los efectos, el cuerpo, la periferia del Universo, lo finito y todo lo demás accesible a los sentidos y al intelecto.
El místico dio un gran paso adelante; es pseudo hermoso y pseudo puro; se refugió en Dios, en su alma y se aisló. De tanto amor a lo Uno (al Infinito, Dios), odia todas las diversidades (los finitos, las criaturas).
El hombre cósmico, lleno de luz y conciencia, después de sumergirse completamente en el Infinito del Cosmos y consolidarse definitivamente a través de la experiencia “Yo y el Infinito (Padre) somos uno”, realiza un movimiento de inversión hacia las periferias, lo finito, pero sin dejar el Infinito; se ramifica por todo lo finito del mundo, penetrando con su luz intensa toda la oscuridad y la penumbra de las diversidades periféricas. Y dentro de su quietud, logra dominar todo el ajetreo y el bullicio del mundo que lo rodea.
Este hombre cósmico vive la causa de Dios en todos sus múltiples efectos, desborda su experiencia mística en un vivir ético, haciendo Infinito, toda finitud, iluminando toda oscuridad y penumbra, animando a todos los destinados a morir.
Bajo su experiencia de estar centrado en Dios, tiene el poder de expresar en forma concreta el gran Abstracto de la Realidad Infinita; ve lo trascendente del Infinito como inmanente en todo lo finito; ve al Dios de los mundos en los mundos de Dios.
Por eso, el hombre cósmico es filósofo y artista, porque visualiza el Infinito en todo finito -que es característico de la visión filosófica- y sabe vestir de manera finita, concreta e individual, al que no tiene forma, el Abstracto Universal que caracteriza la experiencia artística.
Para él, la Verdad de la Filosofía se revela en la Belleza de la Poesía, si entendemos “poesía” al arte en general. (1)
Cuando Mahatma Gandhi dijo que “la verdad es dura como un diamante y delicada como una flor de durazno”, tuvo la intuición del Universo y del hombre como la Verdad (dureza del diamante) revelada como Belleza (la delicadeza de una flor de durazno).
Siempre que la Verdad culmina en la Belleza, la filosofía nace como poesía.
El pintor, el escultor, el músico, el poeta, el ético, son hombres con la habilidad de dar forma concreta a la realidad abstracta. La intuición de la Realidad universal es típica de todos los filósofos, pero la expresión en forma concreta es peculiar de los artistas. El hombre cósmico es necesariamente un filósofo-artista, un hombre integral.
El pintor utiliza la pintura y el lienzo como medio para expresar su inspiración.
El escultor utiliza un bloque de mármol, granito u otros materiales, o modela su ideal en cualquier masa maleable.
El músico revela su visión abstracta en la vibración concreta de las ondas sonoras.
El poeta realiza la sustancia mental del universo en forma de palabras estéticas.
El hombre cósmico revela su intuición divina en actos de ética humana, desbordando la plenitud del “primer mandamiento” en las corrientes benéficas del “segundo mandamiento”, haciendo bien a los demás por ser él mismo bueno.
Son todos seres que logran materializar la Verdad Universal en la Belleza Individual, pues el consorcio de Verdad y Belleza, de conocimiento y acción, les hace vivir la plenitud de la vida, “llenos de gracia y verdad”.
Hoy es necesario construir una filosofía sobre esta base cósmica, libre de la mentalidad aún estrecha de los individuos y las escuelas, haciendo de la filosofía un reflejo y eco del Universo mismo.
Los métodos que persiguen este ideal son a veces complicados y laboriosos, pero el objetivo es simple y glorioso.
La verdadera filosofía tiene como objetivo dar al hombre plena autonomía y autocracia, en todos los sectores de la vida. Busca eximirlo de todo sometimiento, necesidad, poder absoluto y pasiones, que, desde hace algún tiempo, son indispensables como muletas provisionales, pero que serán abolidas cuando el hombre se recupere de las debilidades de su ego telúrico y alcance la plenitud de su Yo cósmico.
Este Ser cósmico no es un elemento extraño, ajeno a la naturaleza del hombre, sino que es su baluarte central, su ser interior, su YO SOY genuino y auténtico. Lo que el hombre sabe o cree saber conscientemente —su ego físico-mental-emocional, su persona o máscara— son sólo las periferias externas de su naturaleza; su centro interior permanece, todavía desconocido o sospechado, en el fondo de su inconsciente, que es el Infinito, el Absoluto.
Cuando este inconsciente del Yo despierta y se interpone entre todos los sectores del Yo consciente, integrándolos en su dominio, entonces nace el hombre Cósmico, que es para el hombre Telúrico, así como la planta en plena evolución es para la semilla de la que procede.
El hombre cósmico es explícitamente lo que implícitamente es el hombre telúrico.
La semilla, para dar lugar a la planta, muere como semilla - pero no muere como vida - y, para que la vida potencial brote en vida dinámica, la pequeñez de la semilla debe ceder a la grandeza de la planta.
Cada iniciación, cada autorrealización, supone algo así como destrucción, muerte, extinción, aniquilación. El hombre que no está dispuesto a morir espontáneamente no puede vivir gloriosamente. En este deseo de morir espontáneo reside todo el secreto para poder vivir en plenitud. Morir, o, mejor dicho, morir forzosamente, por accidente, enfermedad o vejez, no resuelve el problema; es necesario que el hombre esté dispuesto a morir espontáneamente antes de ser muerto forzosamente. Morir de forma relativa, para poder vivir con intensidad. Sólo así el hombre se realiza plenamente y para siempre.
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1) - La palabra latina “poesis”, poesía, se deriva del verbo griego “poiéo”, que significa “hacer”, “actuar”. Por tanto, esa palabra, en su interpretación científica, origen y formación, significa “hecho”, “acción”. La poesía y el arte significan la realización individual de una visión universal, o sea, la belleza como manifestación concreta de la verdad abstracta, que es la poesía de la filosofía, es decir: la filosofía del arte.
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