Cuando un pintor, más o menos hábil o torpe, exhibe una pintura diseñada para representar el amanecer o el atardecer, un paisaje rural o un tramo de la costa, el esplendor de las montañas nevadas, la magia de los arcoíris, o cualquier otro tema de la Naturaleza, los expertos o pseudo expertos, a menudo se quedan extasiados ante este juego de tintas muertas, limitado por la estrechez de un marco de pintura. Y aquellos que no saben nada de arte y piensan siempre con la cabeza del vecino, asumen actitudes de profundos maestros en la materia; hablan de un “juego de luces”, de “perspectivas mágicas”, de “iridiscencia” (algunos, para exaltar sus egos, dicen matices); mencionan nombres respetables de pintores de fama mundial que recordaron de algún guía de galería de arte, para dar a los ingenuos, e incluso a ellos mismos, la impresión de una cultura enciclopédica.
Pero cuando el Artista Supremo del Universo pinta, cada mañana, cada atardecer, por la noche, en el despuntar de la luna plateada en medio de inmensas nubes o deslumbrantes nuevos panoramas naturales de estupenda belleza, ¿quién se acuerda de admirar sus obras maestras?
¿Quién da las gracias por esta Exposición Permanente gratuita, incomparable?
¿Quién se queda extasiado ante tal magnitud?
Aún quedan quienes obviamente se asombran en este escenario, pero las preguntas ciertamente no son una crítica a la inspiración humana, a la creatividad del artista, ya que cada ser tiene su potencial creativo interior, el Dios inherente a cada uno, que se dinamiza y materializa en las grandes obras de arte creadas por lo intelecto y manos humanas, y sin duda teniendo como referencia la escenografía creada por el Creador mismo.
El caso es que, rodeados por el vacío de sus vidas agitadas, el ego tiránico, la codicia, despreciando el medio ambiente, los hombres se olvidaron de contemplar las bellezas que los rodean, y de intentar transformar lo feo, en bello, para revivir los desgastados paisajes destruidos por él ... en todos los aspectos, desde la estética en la naturaleza y en la estética y la ética en la vida humana, ¡también abundante de tantas bellezas!
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