¡Mi amigo desconocido! ¡Saca de tu alma el conocimiento y la información que tienes en mente, sobre lo que el hombre entiende por muerte!
La muerte es un ángel divino vestido de seda, pero con la sonrisa de fe en sus labios y el resplandor de la inmortalidad en sus ojos.
La muerte es un mensajero con una llave que abre nuestra prisión corpórea y restaura la libertad del alma.
¿Por qué temes esta metamorfosis en tu existencia?
¿Tenía miedo la oruga de quedar atrapada en el capullo y dormir el sueño de la crisálida?
¿No prevería, a través de esa noche transitoria, el amanecer de una existencia más bella y feliz?
¿La oruga desearía ser eternamente oruga?
¿Cómo completaría el ciclo de su evolución, convirtiéndose en mariposa, extendiendo las alas coloridas y delicadas en la atmósfera iluminada de un cielo azul, sin esta aparente muerte?
¿Y por qué temes, amigo desconocido, sumergirte en el sueño hibernal de la muerte si resucitas a la vida de un mundo nuevo?
¿Te gustaría quedarte para siempre en la escuela primaria de la vida terrenal, sin avanzar y progresar?
¿No sientes el deseo de progresar de perfección en perfección?
Cuanto más el hombre se vuelve espiritual, más progresa y evoluciona.
Cuanto menos el hombre es dominado por la materia, por la tiranía del ego luciferino, más divino se volverá.
La vida no vale por lo que es, vale por lo que será.
El dolor separa de la escoria, el oro genuino del carácter.
Cuanto más nos purifique el fuego del dolor, más puro nos encontrará el día de la gran metamorfosis.
Cuanto más nos separemos de la materia en la vida, más inmateriales seremos en la muerte.
Llegar a ser espiritual es preludiar la vida en el mundo espiritual.
Es anticipar el estado definitivo e integral de nuestro ser.
Es empezar a ser lo que seremos para siempre.
Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, el fuerte y perenne grito resuena en las páginas de la Sagrada Escritura: "¡Sé espiritual, oh hombre, porque Dios es espíritu!"
Desde las palabras más sublimes y elocuentes del Sermón del Monte hasta el sermón casi silencioso, corto pero significativo del Gólgota, los labios de Jesús proclamaron el imperativo supremo: "¡Sé perfecto como tu Padre Celestial es perfecto!"
Para que la metamorfosis de la muerte te lleve al paraíso, amigo desconocido, debes realizar la metamorfosis de la vida en ti mismo, lo que necesariamente implica, en un cambio radical en los patrones mundanos de conciencia, para el advenimiento de la conciencia crística ...
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