No se puede negar que el intelecto humano tiene la habilidad de realizar hazañas y logros extraordinarios en todas las áreas del conocimiento. En esta búsqueda ilimitada, muestra con precisión, solo por mencionar un ejemplo hoy, imágenes impresionantes y coloridas de galaxias distantes, o experimentos sobre las posibilidades de viajar a Marte, en un intento de desvelar lo desconocido en el inmenso Cosmos.
Y este es solo otro desafío que el hombre busca enfrentar.
Eckhart Tolle, un espiritualista de nuestros tiempos, afirma que el hombre está aquí en esta dimensión de la vida para permitir que se desarrolle el propósito divino del Cosmos, de que el ejerce una importancia fundamental, sin la cual no habría sentido para su existencia.
Sin embargo, el significado de esta vida para el hombre, al enfrentarse a la realidad, sólo se demuestra en el deseo de escapar de sí mismo con estos viajes centrífugos, alienado de su propia identidad y realidad. Y estos viajes fuera del espacio son solo uno más de los interminables intentos de explorar lo desconocido que lo rodea, de intentar descubrir solo hechos externos en lugar de crear valores internos.
El famoso asceta hindú, Sri Ramana Maharshi, declaró que: “Para tratar de conocer las formas que existen en el espacio y el tiempo, sería tan absurdo como el de un hombre que, al afeitarse o cortarse el cabello, medita sobre el destino de estos cabellos.”
El hombre, buscando conquistar sus externalidades, se perdió en las horizontalidades de los procesos técnicos sin lograr la verticalidad ética, en el inevitable conflicto que se establece entre la conveniencia y el placer, en detrimento de la plenitud de su armonía interna. Vive completamente desconectado de su Yo esencial interior, su centro de equilibrio, su espiritualidad, permaneciendo conectado a nuevos agentes agresivos, a los que continuamente da acceso y vida, desorganizando cada vez más todo su ser.
En otras palabras, el hombre se esconde de sí mismo, perdiendo su propia dirección y destino, sin mostrar la habilidad de resolver sus propios dramas, dilemas e incógnitas, justo aquí en la Tierra donde vive, en esta esfera de color magnífico, pero que él esconde en su superficie, las imágenes aterradoras de mentiras, desesperación, falta de amor, miseria, hambre, guerras, farsa, lujuria, racismo y prejuicio, egoísmo, esclavitud, avaricia ... de la cultura de todo tipo de violencia ... Desde un prisma donde no se revela la luz, ¡solo la monstruosa oscuridad de la locura!
Como si las guerras, las injusticias, las desigualdades no fueran suficientes, de vez en cuando aparecen patógenos microscópicos -que comparten la vida humana y no humana por un tiempo inconmensurable- y cuando se liberan de su entorno por algún motivo, provocan un pandemonio en todos los sectores de la sociedad en todos los países, aniquilando poblaciones enteras y difíciles de erradicar, mostrando así la inmediatez con la que el intelecto humano trabaja su visión de los acontecimientos, y perdiendo la memoria de las tribulaciones del pasado y con eso, la visión del futuro se fragmenta y distorsiona.
En el día y la hora en que el hombre comienza a hacer sus viajes centrípetos, dentro de sí mismo, en busca del autoconocimiento y la realización, tomando conciencia de que es parte de un Todo y que su misión no es solo intelectual, sino sobre todo racional, evolucionar dentro del contexto del planeta en el que vives a otras dimensiones más evolucionadas. Ese día, entonces, podrá afirmar sus avances en el conocimiento, a través de la mística de sí mismo. Solo así se logrará en la práctica el concepto de civilización humana, basado en los principios de solidaridad espontánea y altruismo, acción ilustrada sobre las realidades del mundo, comprensión, moral y ética, armonía entre las diversidades, reverencia y respeto por todo tipo de existencias en la naturaleza y en el Cosmos.
Mientras este objetivo no sea alcanzado, el hombre permanecerá sin desarrollar en su evolución, y por lo tanto, el concepto sociológico de la humanidad, a pesar de la buena intención del contenido, no es más que una farsa; inexistente, ya que la gran mayoría de los humanos pertenecen a una sola clase, la del grupo de individuos concretos que apuntan a sus propios intereses egoístas ... arrastrándose continuamente por las áridas llanuras de la mediocridad, donde todos los avances del momento, el pasado y del futuro, con todos sus errores y derrotas, éxitos y celebraciones, son solo un tremendo desperdicio de inteligencia.
Solo después de pasar por la experiencia mística, dice Huberto Rohden, el hombre continúa siendo ético, pero su ética perdió el color moral del “deber”; este hombre ya no es ético en virtud, por un imperativo categórico de conciencia, sino como un desborde suave y espontáneo de su experiencia con Dios... No ama a su prójimo como a sí mismo porque ve en él una obligación moral, un precepto ético, pero simplemente porque su amor divino proyecta sus vibraciones en toda la naturaleza y en cualquier parte del Cosmos... una experiencia que ninguna máquina o dispositivo puede brindarle, donde todas las visiones del Cosmos mostrarán su esplendor.
El viaje centrífugo depende de los recursos físicos y mentales, pero el viaje centrípeto presupone fuerzas espirituales, que la mayoría de los seres humanos aún no han descubierto o no saben cómo usar adecuadamente.
El descubrimiento y la captura de estas energías latentes del Yo esencial divino es el resultado de largos años, siglos e incluso milenios de disciplina intensa y persistente, porque “el camino es estrecho y la puerta que conduce a la vida eterna está apretada” ...
Esta es la magia divina, integral, de la experiencia que muestra la posibilidad de que el hombre trascienda en la fe; para superar la ilusión de su ego tiránico y hacer una peregrinación a lo Real, que lleva a cada ser humano, paso a paso, a su dimensión total. La mística enseña, como dice el poeta Augusto dos Anjos, “tener la fe de que, ante la inmensa evolución, que el hombre universal del mañana, ganará el hombre particular que fue ayer”.
Paramahansa Yogananda, en una conferencia dada en Los Ángeles, California, el 16 de febrero de 1939, dijo: “La ciencia aborda el conocimiento de la naturaleza y la vida de otra manera. Sin embargo, la promesa inicial de los descubrimientos científicos a menudo no produce algo permanente. Los efectos beneficiosos se sienten solo por un corto tiempo; entonces algo peor amenaza la felicidad y el bienestar del hombre. La victoria final no vendrá aplicando solo los métodos de la ciencia, porque estos métodos tratan con cosas externas, con efectos en lugar de sus causas sutiles. El mundo continuará, a pesar de los desastres, y la ciencia continuará haciendo nuevas conquistas. Pero solo la ciencia espiritual puede enseñarnos el camino para completar la victoria”.
Albert Einstein - este famoso científico universal, místico, visionario, humanista, pacifista - afirmó que: “La ciencia natural sin religión es coja, la religión sin ciencia es ciega”. Y esta afirmación es cierta, porque conocer solo los hechos objetivos es equivalente a luz fría, luz sin calor y sin fuerza. Sin embargo, querer crear valores subjetivos, religiosos, morales y éticos, sin un conocimiento adecuado de los hechos, equivale a quedarse ciego. La luz sin fuerza crea inteligencias luciferinas: el calor sin fuerza genera voluntades fanáticas.
La religión para Einstein no son las iglesias, sino a reconectarse, re-ligare, que en sentido abstracto se refiere a lo sobrenatural, a la divinidad, a la mística, a la fe en algo supuestamente intangible y que no necesita pruebas científicas. La religiosidad está divorciada del alma de la verdadera religión por la contaminación del elemento humano, y que, a menudo, es un enemigo mortal de la verdadera religión.
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1)- Para la gran mayoría de los científicos es más fácil mostrar sus habilidades en lo tangible, en lo que está más de moda últimamente, como en viajes intergalácticos, cohetes hipersónicos, en robótica, explorar y fotografiar los desiertos de Marte y otras aventuras del ego, que intentar descifrar el acertijo que para ellos es la realidad intangible, o lo que sucede en el universo de la psique humana, la intuición en el pensamiento, la moral y la ética, los principios y otras realidades de la esencia humana, y, en delante a este signo de interrogación, la humanidad sigue marcando un paso en la evolución ascendente del espíritu.
No se puede negar que los avances científicos han demostrado y demuestran la habilidad del poder creativo del hombre, sin embargo, es necesario revisar las prioridades en los descubrimientos científicos. Hay una verdadera batalla de egos en quién desarrollará primero tal producto o tal propósito, como, por ejemplo, en el primer viaje del hombre a la luna, donde dos países pioneros intentaron desesperadamente lograrlo.
El 18 de febrero de 2021, un vehículo no tripulado –la nave Perseverance- con un costo de casi 3.000 millones de dólares, tocó la superficie de Marte, con uno de los propósitos de descubrir la posibilidad de rastros antiguos de vida en ese llamado planeta rojo, mientras que la vida, aquí en la Tierra, está desapareciendo gradualmente por la codicia humana. Al mismo tiempo, frente a una pandemia de virus de proporciones alarmantes, la política de quién produce mejor y más eficazmente la vacuna y a quién se aplicará primero, solo ha favorecido a los países con mejores condiciones financieras, mientras que los demás tendrán que esperar hasta el año 2023 -en una previsión optimista- para recibir sus primeras dosis.
¿Por qué hasta ahora no existe una vacuna eficaz contra el virus de la malaria, que durante siglos se ha cobrado la vida de millones de personas? Y cuando se aplicó por primera vez en 2015 (!), mostró poca eficiencia.
Según un artículo de la revista Nature del 25 de agosto de 2020, que es la revista científica multidisciplinaria líder en el mundo, que la vacuna 100% eficaz contra la malaria comenzará a aplicarse, si se aplica, ¡solo en 2021! Y esta discrepancia en los descubrimientos científicos se debe a que la malaria prevalece en las regiones tropicales y subtropicales del planeta, es decir, en regiones con poblaciones pobres y países sin recursos; en consecuencia, es por la codicia de las empresas farmacéuticas, una investigación que tiene poco interés.
Finalmente, el momento más importante del proceso en la evolución de la ciencia sólo ocurrirá cuando se establezcan valores, cuando la perseverancia en los descubrimientos científicos deje de tocar la superficie ilusoria del ego y se establezca en un terreno más fértil, que es el de la solidaridad.
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