Conformidad e inconformidad: esta es la gran ley de la evolución. El hombre debe estar completamente conformado por el nivel de su evolución actual y al mismo tiempo no debe conformarse para encontrar una satisfacción definitiva. Si no se conforma con lo que tiene, será tragado sin piedad por el medio ambiente en la lucha constante; si, después de conformarse, no se conforma, entrará en estancamiento y muerte.
Y ese debe ser el atributo de todo ser humano... pasar por la vida y vivir, añorando el proceso evolutivo inherente a cada ser, desde la potencialidad evolutiva hasta la dinámica de la evolución. Sin estancarse... sin ser espectro del hombre, de pasar por la vida y no vivir.
“Sin resistencia no hay evolución”, es una cita que aparece en el libro de Raymond Ruyer (1902-1987), “La Gnosis de Princeton” en el que presenta sus puntos de vista filosóficos bajo el pretexto de representar las visiones de un grupo imaginario de Científicos estadounidenses y otros estudiosos internacionales, en una cosmovisión profunda del mundo y del hombre, en la “teoría de la conciencia de todos los seres vivos”.
Y esta misma verdad fue declarada simbólicamente en Génesis, donde Moisés habla del “aliento de Dios” en contraste con el “silbido de la serpiente”, para iniciar la evolución de la humanidad.
Y para consolidar esta ideología de la necesidad de conformidad y no conformidad, de resistencia y sufrimiento para la evolución espiritual del hombre, Jesús, en sus palabras de despedida, dice a sus discípulos: “Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo.”
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