Tuesday, 24 August 2021

EL RITUALISMO QUE ESCLAVA Y LA LIBERTAD DE ESPÍRITU

“Quien haya probado una gota de Dios no encontrará descanso hasta que se sumerja en el océano de esta gran y eterna realidad.”

Toda religión, por pura, espiritual y divina que sea, una vez arrojada en medio de los hombres y confiada a manos profanas, corre el riesgo de ser asfixiada por el exceso de elementos humanos que, a lo largo de los siglos, se han acumulado fatalmente alrededor de su núcleo divino. Por tanto, la religión puede ser víctima de la hipertrofia ritual y la atrofia espiritual; No es de extrañar que sea tan triste el destino de las chispas divinas cuando del cielo, aterriza en manos de los hombres.

Preservar el árbol sano de la revelación divina de los parásitos del formalismo humano es la tarea más honrada de los grandes genios religiosos que se sienten llamados a cumplir una misión espiritual. El valiente intento de los verdaderos reformadores espirituales del mundo es liberar la religión contaminada por estos parásitos.

Jesús fue el mayor restaurador religioso de la humanidad, el revolucionario espiritual más atrevido. Se enfrentó sin miedo a los poderosos pontífices de la religión oficial y clásica de la época y los desenmascaró ante la gente engañada como “ciegos guiando a ciegos ... tumbas blanqueadas”. Arrancó sin piedad las raíces podridas con las que cuarenta siglos de ritualismo judío habían contaminado el árbol de la revelación que Dios había plantado a los pies de la cuna de la humanidad. Por este “crimen” fue declarado “el que insulta la ley” por el jefe supremo de la religión y tuvo que caminar hasta el Calvario, donde expiró entre dos malvados, como el mayor de ellos.

Y esto es cierto, pues según los defensores del formalismo religioso de la época, proclamado como la única religión divinamente revelada, infalible y salvadora, Jesús fue el mayor incrédulo y ateo, mientras que ante Dios y los verdaderos espiritualistas él fue y es el hombre más religioso del mundo, el santo más grande, el Hijo del Dios viviente.

Los grandes defensores de la pureza de la revelación divina son a menudo incomprendidos por sus contemporáneos, al intentar renovar esa incredulidad con la demolición de sus ídolos y el retorno a la primitiva sencillez de la religión.

Es porque no todos los hombres religiosos tienen la capacidad de alcanzar el alma de la religión verdadera, y los seguidores de fórmulas fabricadas difícilmente comprenderán cuál es el significado de "adorar a Dios en espíritu y en verdad" porque viajar desde la periferia al centro es no es una tarea indicada para todos.

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