Sunday, 22 August 2021

LA CONCIENCIA CÓSMICA DE EINSTEIN

Es un error pensar que Einstein, este gran científico universal, humanista, visionario y místico, ha descubierto la Teoría de la Relatividad a través de una paciente investigación y muchos años de análisis.

Por supuesto, ha hecho muchos, pero este trabajo por sí solo no puede considerarse la causa esencial de sus descubrimientos, sino sólo las condiciones secundarias de su esfuerzo.

Quien no conozca la diferencia entre el individuo ego-pensado del cosmo-pensado, no podrá comprender a Einstein ni a su obra.

Desde las primeras civilizaciones hasta la actualidad, han aparecido en el planeta Tierra individuos intensamente conscientes, en los que esta conciencia prevalece notablemente sobre la conciencia personal. Y la idea que tenemos es de hombres inspirados, místicos, magos, profetas, etc. El hombre ego-pensante, restringido a su pequeño círculo de sentidos y mente, no comprende que la razón puede magnificar este círculo de manera notable, abarcando áreas más grandes de conciencia, a que se puede llamar cosmo conciencia.

Entre hebreos y no hebreos de la antigua África, aparecieron hombres cosmo conscientes, como el gran Toth, al que los griegos llamaban Hermes (el Dios de la Sabiduría), tres veces magnum (Trismegistus); en África llegó el poderoso legislador y conductor de Israel, Moisés; también vino la luminosa constelación de los grandes neoplatónicos de Alejandría, Filón, Plotino y Orígenes; vivieron algunos grandes faraones, sobre todo el iniciador del monismo, Amenhotep IV, que cambió su nombre por el de Akhenaton I; más tarde los genios de Agustín y Tertuliano.

En otros continentes de cultura antigua, aparecieron hombres de cosmo conciencia, hindúes y otros, como Buda, Krishna, Rama-Krishna, Vivekananda, Rabindranath Tagore, Mahatma Gandhi, Lao-Tse, Ramana Maharshi, Yogananda, Zaratustra, Pablo de Tarso, y Jesús mismo; todos ellos, en diferentes intensidades, sobrepasaron la trivial autoconciencia del hombre común y fueron también invadidos por la significativa conciencia del cosmos.

Benedicto de Espinoza le da a este poder cósmico el nombre de “Alma del Universo”; otros lo dejan en perpetuo anonimato (Buda); algunos lo llaman “Padre” (Jesús); para otros todavía, es simplemente “Tao”, Realidad (Lao Tse); otros finalmente lo llaman “Ley” (Einstein).

Siempre que estos hombres cosmo conscientes sienten la invasión de esta fuente infinita en sus canales finitos, vacían sus vehículos humanos y permiten que la invasión de las fuerzas cósmicas more dentro de ellos.

A veces, estos poderes superiores dominan por completo la conciencia humana, al igual que un viento fuerte envuelve la vela del barco y la arrastra con velocidad; a veces el barquero humano, bajo el impulso de la inspiración cósmica, continúa dominando y dirigiendo su nave, impulsado por estas fuerzas cósmicas, pero conservando la dirección de sus fuerzas.

Aquellos que conocen a un Einstein ego-consciente y auto motivado en sus descubrimientos no son conscientes del hombre cosmo consciente que era ... este gran científico místico.

Su ascendencia hebrea le ofreció un vasto sustrato cosmo consciente, aunque inconsciente. Su vida en muchos casos lo coloca en el dominio de magos, místicos y yoguis, aunque no podemos atribuir al gran matemático las connotaciones sobrenaturales que estas palabras parecen implicar.

Einstein pasó largos períodos de reclusión voluntaria y silencio en un proceso en el que polarizó su mente en un solo objetivo, un proceso mediante el cual extrajo sus secretos del Universo. Otro de sus hábitos peculiares era tomarse un descanso de sus estudios y buscar más inspiración en la música, ya que era un excelente violinista y además tocaba el piano.

El científico que trabaja solo con su intelecto, no sabe nada de esta actitud cosmo pensada, confiando solo en sus actos de pensamiento del ego; se pierde en el caos de las circunstancias humanas, sin alcanzar la sustancia de Dios; conoce el cuerpo e ignora el alma del Universo.

Cuando el hombre tiene una intuición racional, tiene la impresión de estar invadido por una fuerza externa, cuando en realidad experimenta una erupción desde el interior de su propio centro cósmico, una vez inconsciente y ahora consciente. Cuando esta fuerza se vuelve cosmo consciente, recibe lo que se llama intuición.

El hombre meramente intelectual tiene lo que podemos llamar percepción del ego, mientras que el hombre racional (espiritual) tiene intuición, la visión desde dentro que parece ser una invasión externa.

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El monismo consiste en el principio de unidad con diversidad, perfecta armonía, equidistante de la monotonía unitaria y del caos que diversifica.

Nuestro ego físico-mental-emocional y tiránico es, por su propia naturaleza, centrífugo, extrovertido, siempre hacia las periferias del mundo objetivo. La mente humana en esta etapa, simplemente atada a las tendencias del ego, se encuentra con muchas polarizaciones: distraída, dispersa, indisciplinada, sin la habilidad de concentrarse. A medida que avanza y supera el rostro caótico del ego dispersivo, entra en la zona mística del Yo. En su peregrinaje hacia su autoconocimiento, las tendencias del ego comienzan a disciplinarse para una convergencia mental. En lugar de tener 20 o 10 pensamientos en rápida sucesión, la mente los reduce a 5 o 2, y finalmente a un pensamiento; la mente se encuentra en una polarización entonces. Poco a poco, este pensamiento sucesivo culmina en la conciencia simultánea: “¡Mi padre y yo somos uno!” La unipolaridad del pensamiento ahora es reemplazada por la unipolaridad de la conciencia. El análisis mental muere y nace la intuición espiritual. En esta etapa de conciencia espiritual, el hombre supera las zonas inferiores de tormentas y turbulencias del ego y entra en la estratosfera de la gran quietud y silencio del Ser. En otras palabras, se forma una línea vertical de pensamiento que marca el límite entre dos mundos: entre el mundo turbulento del ego, sujeto al tiempo, el espacio y la causalidad, y el mundo tranquilo del Yo, que habita en lo eterno, en el infinito.

Según Eckhart Tolle, famoso espiritualista, escritor y conferencista: “La sabiduría proviene de la habilidad de estar quieto. Solo mira y escucha. No se necesita más. Estar quieto, mirando y escuchando, activa las percepciones sutiles de la Realidad, o la inteligencia no conceptual dentro de ti. Deja que la quietud dirija tus palabras y acciones”. O en el lenguaje de la Sagrada Escritura: “Quédense quietos, y sabrán que yo soy Dios”.

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