Wednesday, 18 August 2021

LA LIBERTAD DE JUZGAR

“Porque de la misma manera juzgas a los demás, serás juzgado, y con la medida que utilices, se te medirá”.

Con estas palabras, Jesús expresa la ley del equilibrio indestructible del Universo. Ninguna criatura, por poderosa que sea, puede desequilibrar el equilibrio cósmico de la justicia. Nadie puede frustrar uno de los planes del Creador. Según la teoría metafísica del ser, u objetivo de las cosas, el Creador siempre saldrá victorioso al 100%, porque nadie puede vencer a Dios. Todas las rebeliones de las criaturas, subjetivamente hostiles a Dios, contribuirán objetivamente a evidenciar la soberanía única y la majestad infinita del Padre.

Sin embargo, dentro de este orden objetivo indestructible y este equilibrio estable del Universo, puede haber altibajos, luces y sombras, bien y mal. Toda criatura consciente y libre, usando su libre albedrío, puede oponerse a Dios y tratar de prevalecer contra las Potencias Cósmicas. El libre albedrío del hombre le basta para ser responsable de sus actos libres, pero esta responsabilidad está limitada por la finitud misma de la naturaleza humana; en términos metafísicos, el hombre es sólo parcialmente libre y piensa que esta libertad, mostrada en sus actos inconsecuentes y arrogantes, no está bajo la jurisdicción de la Constitución Cósmica del Universo. Si el hombre fuera libre, sería omnipotente, como el Infinito. En el Infinito, dice Benito Spinoza, la libertad y la necesidad coinciden; Dios es necesariamente libre y libremente necesario.

Este es el misterio de la libertad de la criatura consciente.

Es absurdo admitir que alguna criatura finita puede vencer al Infinito, que la parte puede prevalecer sobre el Todo, que algún efecto existencial puede frustrar los planes de la Causa Esencial.

El plan de Dios no puede ser frustrado por el hombre. La criatura no puede elegir entre cumplirla o no cumplirla; tiene solo dos formas de realizarse; en alegría o dolor, pero, en cualquier caso, la criatura cumplirá los planes del Creador, ya sea disfrutando o sufriendo. El cumplimiento infalible pertenece a Dios, el cumplimiento gozoso o doloroso pertenece al hombre.

Ahora, cuando el hombre se opone a los planes de Dios, falto de Verdad, Justicia, Amor, entonces entra en el nivel de la culpa (o el pecado), teniendo que afrontar la pena (sufrimiento). Con la culpa, un hombre trata de apartarse de Dios; por pena, se le acerca a Dios. Por culpa, desequilibra el equilibrio del Universo; por pena, reequilibra este desequilibrio subjetivo. “Subjetivo” porque un desequilibrio objetivo es imposible; si fuera posible, Dios dejaría de ser soberano y omnipotente y el Universo dejaría de ser un “Cosmos”, para convertirse en un “caos”.

La culpa es algo negativo, como negativo también es dolor, sufrimiento.

Lo negativo de la culpa causa infaliblemente lo negativo de la pena. Negativo produce negativo, positivo produce positivo.

El mal que proviene del sujeto (culpa) produce el mal que proviene del objeto (pena).

El bien nacido del sujeto (amor) produce el bien nacido del objeto (alegría).

Si tomo una actitud negativa y mala hacia el Universo, odiándolo, el Universo tomará una actitud negativa contra mí, haciéndome sufrir.

Si tomo una actitud positiva y buena hacia cualquier componente del Universo, amándolo, el Universo tomará una actitud positiva a mi favor, haciéndome disfrutar.

Solo así es posible mantener el equilibrio estable del Universo.

Toda la sabiduría del hombre radica en no adoptar nunca una actitud negativa, sino siempre positiva hacia el Universo y cualquiera de sus componentes. Es absurdo pensar que una persona que lanza su cabeza contra el Himalaya pueda derribar esta gigantesca montaña, aunque quizás pueda desplazar algún guijarro insignificante, que sin embargo seguirá siendo parte integral del Himalaya. Toda sabiduría es que el hombre armonice espontáneamente su actitud subjetiva con la eterna e indestructible Realidad objetiva del Universo; que sintonice su voluntad y desempeño con la voluntad y desempeño de Dios.

Crear cualquier negativo de culpa es equivalente a provocar un negativo de dolor o sufrimiento.

Crear un positivo de amor equivale a provocar un positivo de alegría.

El pecado causa sufrimiento.

El amor engendra felicidad.

Quien nos mide en igual medida es la inexorable rectitud de la Constitución Cósmica del Universo, que se manifiesta generalmente a través de sus agentes concretos, la naturaleza o el hombre. La naturaleza y el hombre son los representantes de la Verdad y la Justicia eternas. Quien se oponga a esta Verdad o Justicia tendrá que sufrir; quien armonice con esta Verdad y Justicia gozará.

Esta consecuencia, negativa o positiva, no siempre aparece inmediatamente; pero su aparición es infalible, aunque tarde décadas, siglos o milenios porque en ningún caso el orden del Universo, negado subjetivamente por la culpa o afirmado por el amor, puede dejar de actuar en el mismo sentido, negativo o positivo, produciendo sufrimiento o alegría.

No es posible ser virtuoso ejerciendo vicios. Ser malo es como ser infeliz. Ser bueno es como ser feliz.

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