Tuesday 3 August 2021

LA PANDEMIA DE LAS MENTIRAS

Rui Barbosa, erudito, diplomático, escritor, jurista y político brasileño, en uno de sus discursos, pronunciado en 1914, afirmó que: “De ver triunfar tanto las nulidades; de ver prosperar tanta deshonra, de ver crecer tanta injusticia. De ver tanto poder en manos de los malvados, el hombre se desanima de la virtud, se ríe del honor y se avergüenza para ser honesto”.

Constancio Vigil, empresario uruguayo, periodista y escritor de literatura infantil, escribió una vez: “Nos asombra encontrar un ser humano bueno y honesto y no avergonzarnos del asombro que sentimos”.

Diógenes, el famoso filósofo griego, era conocido por haber pasado gran parte de su existencia dentro de una enorme vasija de barro y rodeado de perros callejeros. Creía que la sociedad de esa época vivía una vida dictada por reglas y tabúes y, por tanto, nadie era realmente veraz ni honesto, y, como censura social, llevaba consigo una linterna todos los días con el pretexto de buscar un hombre honesto.

Fue un crítico acérrimo y provocador de las convenciones culturales de su época, creyendo que la virtud demostraba ser mejor en la acción que en la teoría. Usó su estilo de vida y comportamiento sencillos para criticar los valores de las instituciones sociales que consideraba corruptos y confusos.

“Solo busco un hombre honesto”, pero dicen que no encontró más que un montón de gente corrupta y mala. También era conocido por burlarse de Alejandro el Grande, tanto en público como en persona en Corinto, en el 336 a.C. Los informes dicen que solo intercambiaron algunas palabras: mientras Diógenes se relajaba bajo el sol de la mañana, Alejandro, emocionado de conocer al famoso filósofo, preguntó si había algún favor que pudiera hacerle. Diógenes respondió: “Sí, apártate de mí luz del sol”.

Después de tantos siglos, la antigua expresión latina, “Omnis homo mendax”, que significa: todo hombre es un mentiroso, es la pura verdad, y que hoy se convierte en una verdad patológica. El contagio mórbido de la mentira, la congestiva manía de engañarse a uno mismo, la constante fiebre de la insinceridad, los dolores de cabeza por no mantener las actitudes correctas, el caminar desorientado y doloroso ante lo que es la verdad, la ceguera progresiva que requiere lentes más fuertes. Enfermedades cardíacas endurecidas por ego tiránico, ensoñaciones y vacilaciones, codicia, vanidad e ilusiones de grandeza.

Sólo cuando caiga el velo oscuro de estas enfermedades, será posible vivir con armonía y justicia, donde la verdad reinará suprema y donde el alma gozará de honestidad, libertad, luz y paz.

Tratemos de ser ese ser humano verdadero y honesto, ahora, cuando la humanidad está dominada por el deseo de encajar en los estrechos límites de la vida, todas las posibilidades de gozar de los placeres; cuando la codicia es rampante, la carrera por el éxito, en cualquiera de sus aspectos, obtenida a expensas del endurecimiento de los corazones.

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