Al final de una de sus conferencias, uno de los alumnos se acercó al profesor Rohden, quien le preguntó si había certeza histórica sobre la resurrección de Jesús.
Respondiendo como le convenía, y que él supiera, Rohden se dio cuenta de que el estudiante no estaba muy convencido.
Después de que terminó la conferencia y cuando el estudiante se fue, Rohden se sintió envuelto en pensamientos sobre el problema, preguntándose: ¿Por qué es claro para algunos individuos lo que es oscuro para otros? Porque debe haber un cierto clima, una atmósfera donde en ciertas personas la semilla de la certeza espiritual germina sin ningún argumento, debate, discusión acalorada e incluso violenta.
¿Es la persona A de naturaleza creyente, que generalmente acepta las realidades del mundo espiritual, mientras que la persona B es naturalmente incrédula, escéptica?
Sucede que en ciertas personas hay un ambiente propicio para la aceptación de la existencia del mundo espiritual, y así, fácilmente ve los hechos que tienen afinidad con su pensamiento; toda su naturaleza, incluso inconsciente, es favorable a la aceptación del hecho. Lo que determina la aceptación del hombre de esta existencia no es este o aquel argumento analítico, que es simplemente un catalizador, sino el Ser interno del hombre, una comprensión, que es como la madera seca que se incendia con la simple llama de un palillo de fósforo, mientras que, en otra persona, esa madera todavía está húmeda y no reacciona al acercarse la llama.
Comprender no significa haber escuchado o leído; la comprensión no es un acto aislado y desconectado, sino que implica una larga serie de actos hasta que estos actos formen una actitud. Finalmente, cuando todo el ambiente está saturado con una actitud favorable, surge esta cosa misteriosa e indescriptible que se llama comprensión.
Esta comprensión no proviene de pruebas, demostraciones, argumentos analíticos, que pueden servir como leña, pero la leña, aunque seca, no se enciende por sí sola. Todos estos preliminares conscientes son necesarios, pero ninguno de ellos es suficiente para la ignición o comprensión final. Algo de lo extra consciente debe suceder para que lo consciente, como la madera, se incendie.
Por lo tanto, es de suma importancia que se desarrolle y establezca un ambiente favorable en el alma para que las cosas del espíritu se fortalezcan, pues sólo de esta manera cuando "el discípulo está listo, aparece el maestro".
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