Blaise Pascal (1623-1662), matemático, físico, inventor, escritor y filósofo católico francés del siglo XVII, ha expuesto críticamente en sus "Cartas Provinciales" con una precisión y objetividad inigualables los procesos clericales, que él llama política jesuita, pero que es la quinta esencia de la política romana de todos los tiempos. En resumen, hubo 18 cartas, la mayoría de las cuales criticaron la posición permisiva de los jesuitas, y no solo ellos, en el campo de las libertades individuales sin restricciones y sobre todo toleraron lo que a menudo se condena por la moral, sacrificando la pureza de la ética cristiana. Estas cartas dieron lugar al anticlericalismo de los siglos XVIII y XIX. Roma condenó las "Cartas Provinciales" de Pascal a las que el escribió: "Roma condenó mis cartas, pero lo que condeno en ellas está condenado en el cielo. ¡Apelo a tu corte, Señor Jesús!"
Pascal vivió y murió como un dedicado cristiano católico, y si no hubiera escrito estas cartas, su imagen probablemente estaría en los altares de la iglesia, porque su vida cristiana era austera. Gracias a esta pureza y agudeza de espíritu disciplinado, Pascal se dio cuenta claramente de que una cosa es el catolicismo cristiano, y otra es el clericalismo romano. Para él, el catolicismo es cristianismo, mientras que el clericalismo es una orientación político-financiera incrustada en la iglesia.
Según lo que Pascal reveló en sus cartas, el clero adopta dos pesos y dos medidas en el campo de la ética: uno para la gente y otro para ellos. Si un laico hace una calumnia, está obligado a revocar la calumnia para recibir la absolución en confesión, pero si un dignatario eclesiástico miente y calumnia, no tiene la obligación de revocarse a sí mismo, suponiendo que la calumnia se revierta en beneficio de la clase.
La razón de esta diferencia es obvia: para el clero, el ejercicio del sacerdocio es una profesión lucrativa y una política que garantiza el prestigio social. Para el católico laico y sincero, el catolicismo es un ideal divino, del cual no espera ninguna ventaja social o material, e incluso debe estar dispuesto a sacrificar ciertas ventajas terrenales para ser verdaderamente católico.
Mientras el sacerdocio siga siendo una profesión lucrativa y un medio de influencia política, el clero está en fuerte oposición al cristianismo.
El mandato que Jesús dio a sus discípulos es categórico: "¡Da libremente lo que recibiste libremente!" Categórica es también la condena que arroja a los líderes espirituales de la iglesia de Israel: "¡Ay de ti, que devoras las casas de las viudas y los huérfanos bajo la apariencia de largas oraciones!" "No puedes servir a dos señores, Dios y el dinero".
Jesús permitió que sus discípulos recibieran el sustento necesario, pero no la remuneración pecuniaria o el salario: "Cuando entres en una casa, come lo que le pidas, porque su sustento es digno para el trabajador". La traducción "salario" en lugar de "sustento", incompatible con el texto, ya revela el espíritu mercenario del clero de la época.
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