El texto a continuación, redactado originalmente en español, fue elaborado por José Hernán Fandiño (24/08/1952 - 28/09/2020), profesor, doctor en Biología y Zoología, filósofo y espiritualista, nacido en Bogotá, Colombia.
Erudito y asiduo lector de los escritos de Huberto Rohden, inició en las redes sociales en 2011, un blog para expandir la conciencia humana en busca de una evolución espiritual gradual y profunda, desde donde comenzó a publicar sus comentarios y reflexiones sobre el autor brasileño, aclarándolo en tantas contradicciones, dogmas, errores e interpretaciones encontradas en las versiones de los Evangelios elaborados por la Iglesia Católica en particular, donde pudo comprender el mensaje de Cristo en toda su pureza y trascendencia, dando la motivación para vivirlo y difundirlo a muchos seguidores en su afán de evolución espiritual y así, de proyectar luz en medio de tanta inconsciencia y oscurantismo.
Al mismo tiempo, toma contacto con los escritos de la filosofía espiritualista de Eckhart Tolle y Emilio Carrillo, que ha contribuido decisivamente a dar, metafóricamente, “un salto cuántico” para lograr una mejor comprensión del mensaje trascendental de la posición cristiana de Rohden.
Así, a través de las redes sociales, comenzó a traducir los escritos de Rohden al español y a hacer los subtítulos en español de las enseñanzas de Tolle en video. Y respecto a esta gran pérdida en el mundo de los pensadores espiritualistas, a continuación, se muestra uno de sus escritos, perpetuando así un legado que no se puede olvidar, especialmente ahora que es libre de inspirarnos y mantener la llama iluminada que supo encender.
Afortunadamente, para aquellos que quieran seguir peregrinando por los caminos del conocimiento y encontrar a su Cristo interior, tendrán garantizada su entrada con el envío de más material que será amablemente facilitado por María Patricia Mariño Leongómez.
“El ego representa la imagen de una marioneta creada por nosotros mismos, que la mente ha desarrollado y con el que nos identificamos por completo. Como la mente multipolar no deja de etiquetar y poner límites a todo; lo que soy, lo que somos, también lo decide y lo define.
Y hay razones para eso. Todo fue elaborado por la mente, especialmente el ego para que realice muchas funciones, y entre ellas, la de cuidar nuestra supervivencia terrenal.
Toda la importancia que le damos al ego tiene su razón de ser porque es como un instrumento que usamos durante nuestro peregrinaje en este nivel terrenal y por eso, le debemos su reconocimiento.
Sin embargo, cuando se trata de la razón de estar vivo, el significado de nuestras vidas, ¡ni el ego ni la mente saben ni entienden nada!
Y este es el enfoque de este tema, frente a un títere, representado por nuestro ego tiránico, que un día será consumido por las llamas del Ser Divino. Es la manifestación del ego a través de sus pensamientos, su participación intrusiva en todo, creyendo que le toca a él decidir, es lo que se pretende incinerar.
Esta intrusión del ego es un error, una ilusión a la que nos sometemos todo el tiempo porque el ego cree que, para ser bueno, debe realizar buenas acciones.
“Las acciones hablan más que las palabras” ... dice el refrán, lo que significa que el amor verdadero se expresa en acciones y no solo en palabras, por muy fundamentado o intencionado que sea, y, aparentemente, muy conveniente para la imagen de bondad que busca el ego para mostrarse. Sin embargo, el “bien” real no es un hecho observable que se pueda verificar externamente, porque nada está en desacuerdo; el Universo del que participa nuestro mundo gira y se expande como debe, aunque aparentemente, no lo vemos así.
En otras palabras, no existe ni el bien ni el mal; la bondad y el mal son conceptos relativos, porque la mente juzga y aplica según su conveniencia. El resto son viajes mentales. Este “bien” que no se observa, es una forma de referirse al estado evolutivo que debe alcanzar el espíritu humano. En una forma de ser que efectivamente nos hace sentir sintonizados y realizados en la existencia, en lugar de frustrados, insatisfechos, cuando nada parece tener sentido porque todo parece estar desequilibrado en la vida.
Mientras sea el ego el que lleve a cabo sus supuestas buenas obras, solo cambiará la forma externa de las cosas. Sin embargo, no es la forma externa la que necesita un cambio, no es en esta forma que se procesa un avance espiritual, sino en esencia; el cambio es interno en la conciencia de la existencia de un Ser Divino en cada uno, y solo este hecho puede favorecer el despertar de otras conciencias. No es un cambio en las necesidades terrenales de los hombres, porque esas mismas necesidades funcionan a favor del despertar porque si cambiamos esta condición, estaríamos yendo en contra de la evolución y eliminando valiosos aliados del propósito cósmico porque la necesidad y el sufrimiento en sí, son factores de transformación interna. 1
Todo ser humano vive la vida según sus decisiones, su libre albedrío. Sin embargo, eso no nos impide ser solidarios, ¡pero debemos estar atentos para no hacerlo motivados por el ego que nos hace creer que seremos mejores! Todo lo que hagamos debe provenir de un sentimiento profundo, de una percepción atenta y silenciosa que aprendamos a reconocer como algo armoniosamente cósmico. La palabra bondad y maldad son términos relativos que la mente juzga y aplica según su conveniencia.
El Universo, el existente, está en constante transformación. Está en marcha un proceso evolutivo. ¿Por qué? ¿Pare dónde? Son preguntas que la mente sigue haciendo porque quiere explicar todo, pero esto es inútil; solo las cosas ordinarias que están a nuestro alcance tienen, hasta cierto punto, una explicación dentro del contexto de lo que sucede en el mundo material, ¡y nada más! Y ahí es exactamente dónde termina la función mental.
Volviendo al proceso evolutivo que observamos (que no es una idea de la mente, sino un hallazgo), el Universo es impulsado por una fuerza intrínseca que se aplica a todos los seres vivos. Esta fuerza no es caótica, sino algo que se elabora de manera ordenada, dentro de patrones dinámicamente complejos y que se mantienen en armonía. Observamos esto desde el punto de vista micro cósmico al macro cósmico. Y cuando un movimiento pierde su relación armónica, desafina, deja de estar protegido por el todo y, por tanto, “aislado”, se disuelve porque ha perdido su conexión con la fuerza intrínseca que originalmente lo impulsaba, es decir, la misma fuerza que unifica y lleva a todo el Universo allá donde se proyecta.
Así, si nos colocamos al nivel de nuestra existencia humana, pueden ocurrir dos procesos: o estamos en sintonía con este movimiento universal con el que nuestra individualidad se integra y subsiste, o nos alejamos del momento que nos corresponde en esta armonía. Y elegir la segunda opción es estar destinado a una forma de eterna soledad o desintegración.
Y este es el malentendido fundamental del ego que insiste en mantenerse independiente, autónomo y libre para seguir sus deseos, y olvida que es un títere que forma parte de un engranaje universal, lejos del cual no puede sobrevivir si insiste en permanecer aislado. Algo que el ego no olvida y que vive atento es que comprende que forma parte de un mecanismo social porque decide refugiarse bajo la sociedad que lo acepta como una necesidad, entregándose a la desgracia del breve destino reservado para ello.
Para que la satisfacción de vivir sea profunda y duradera, el cambio o el paso necesario a dar se da sólo con el despertar de la conciencia, que es el trabajo interior. No es produciendo actos externos, aliviando o salvando vidas al nivel de la vida física en este planeta, sino despertando la propia conciencia que otros pueden despertar. Así, la vida (que es una y la misma en todos) seguirá su evolución que va mucho más allá de la experiencia terrenal. 2
Olvidamos que el sufrimiento y la muerte están a favor de este despertar. Es muy gratificante poder aliviar el dolor de los que sufren, sin embargo, ¡podemos estar prolongando inadvertidamente la infelicidad de nuestros semejantes, mientras posponemos su despertar! Y esto solo se consigue a través de nuestro propio despertar, independientemente de la acción exterior que nos propongamos realizar. Porque no es mi acción externa sobre otros la que produce un cambio; es la atención que me traen, a mi propia transformación la que emite una nueva vibración vital (¡porque no proviene del ego!), y esa vibración es una que otros pueden sintonizar, siempre que lo deseen recibirlo, induciéndolos a esa oportunidad que los libera del sufrimiento.
Es de suma importancia evaluar el comportamiento de este títere, que es nuestro ego ardiente, comprometernos y querer definitivamente que el fuego incinere cualquier pensamiento que se inmiscuya en él, liberándolo de su influencia. La importancia de enfocarse en la fuerza vital que late en el hombre; una fuerza que nos hace respirar, que mantiene todos nuestros órganos funcionando y en perfecta sincronía, una fuerza que nos permite querer cosas, movernos, actuar, tomar decisiones, probar todo lo que sentimos y eso depende de la Vida misma, y que lo hacemos por ella. Lo que palpita y respira es verdaderamente como una muñeca títere, dentro de la cual la conciencia de que soy, lo ve todo, incluso la marioneta misma, sus sentimientos y reacciones, ¡y que la mente misma también es observada!
Es de suma importancia evaluar el comportamiento de este títere, que es nuestro ego ardiente, comprometernos y querer definitivamente que el fuego incinere cualquier pensamiento que se inmiscuya en él, liberándolo de su influencia. La importancia de enfocarse en la fuerza vital que late en el hombre; una fuerza que nos hace respirar, mantiene todos nuestros órganos funcionando y en perfecta sincronía, permitiéndonos querer cosas, movernos, actuar, tomar decisiones, probar todo lo que sentimos y que depende de la Vida misma, y que hacemos por ella. Lo que palpita y respira es verdaderamente como una muñeca títere, dentro de la cual la conciencia de que soy, lo ve todo, incluso la marioneta misma, sus sentimientos y reacciones, ¡y que la mente misma también es observada!
Esta experiencia de colocar al observador (la conciencia del Ser divino que observa sin opinar) nos impulsa a acceder al campo de nuestra realidad eterna, donde no tenemos nada, donde no actuamos ni pensamos, ¡donde solo la presencia de esta conciencia existe! Este hecho, entonces, permite al ego descifrar esta visión en un conocimiento que muestra el espacio que debemos ocupar en el mundo.
Cuando esa presencia se manifiesta, disfrutamos de la actitud silenciosa y benevolente que envuelve todo; experimentamos la integración con el Ser que vibra en todo el Universo, ese sentimiento embriagador de lo eterno, aquí y ahora, donde descubrimos el verdadero significado del amor que impregna la existencia de todos los seres.
El silencio para muchos puede ser ausencia y vacío, pero para aquellos que despiertan al Ser esencial y divino, es presencia y plenitud.
Cuando la mente alcanza el estado de quietud, es cuando le damos espacio al Cosmos para que se manifieste; entonces sabemos a dónde pertenecemos, si se debe decir algo o si se necesita alguna acción. Es un sentimiento sutil, casi imperceptible para el principiante, que encaja perfectamente en el engranaje del futuro que el Cosmos ha preparado para quienes ejercitan la mente y el silencio.
Esta conciencia se produce sin que la mente participe, porque surgió del silencio, de la armonía absoluta. Solo a raíz de este profundo evento interior se acepta la mente para convertir este conocimiento en acciones concretas con la humanidad.
Esto requiere atención si queremos dar el paso significativo que está esperando el Cosmos. Hacer que la mente acepte que debe ser relegada a un plano inferior e intervenir solo cuando su participación es necesaria, es una hazaña colosal, casi imposible, pero fundamental, indispensable, porque de lo contrario, se convierte en un obstáculo en la evolución de la existencia. En términos bíblicos, la mente es Lucifer, el que lleva la luz, pero que no es la luz. Y ahí radica el mayor desafío, el objetivo más importante de la humanidad. A modo de ejemplo, tal vez se pueda decir lo siguiente, según la conocida expresión de Shakespeare: ¡ser o no ser la mente!
En realidad, es en el silencio donde surge la oportunidad de la existencia de no ser una ilusión, donde el ego se aleja en el respeto a lo que no puede comprender, pero que le dará un sentido, antes incierto e intrascendente.
Mientras las llamas arden, silenciemos la mente.
Esta conciencia del Ser esencial y divino, este fuego que todo lo transforma, todo lo incinera, servirá ahora para consumir todos y cada uno de los pensamientos que surgen, sin importar lo que ahora aparezca o aparezca. No importa, las llamas los consumirán a todos, uno a uno, hasta el último.
Nuestra verdadera experiencia es la del silencio interior; es donde habita la paz. El pensamiento no es necesario porque solo sirve para resolver los problemas mundanos de la vida, y en la vida, no resolvemos nada. En él apreciamos y presenciamos el aire que nos invade ofreciéndonos a existir, que palpita en éxtasis en nuestra conciencia. 3
No se necesitan palabras para vivir esta conciencia ...
Notas del traductor:
1- Por paradójico que parezca, el Universo en armonía, siempre conspira a favor del hombre. El Universo no está muerto, sino vivo, no es malvado, sino benevolente, no es un caparazón vacío, sino el cuerpo gigantesco de una Gran Mente. La felicidad y la infelicidad son conceptos relativos; uno puede ser feliz en las circunstancias más adversas. Tanto el sufrimiento como la alegría son factores de despertar, para el hombre que quiere evolucionar espiritualmente. Basta con tomar conciencia de la pregunta existencial (¿Quién soy yo?) Y no dejarse abrumar por circunstancias difíciles, ya que estas son las que marcan el rumbo del camino a seguir.
2- Los maestros espirituales insisten en que debemos amar siempre, pero que no permitimos relaciones conflictivas con el pretexto de que tenemos la misión de salvar al otro porque nadie tiene la habilidad de hacer feliz al que rechaza esa felicidad.
3- No resistir las condiciones que impone la vida es permanecer en estado de gracia, relajación, silencio y ligereza. Ese estado ya no depende de que las cosas sucedan de cierta manera, buenas o malas. Más bien, el hombre debe adivinar y sentir, como por empatía, qué es esta experiencia del alma del Universo, que es su propia alma.
Agradecimientos:
En particular a María Patricia Mariño Leongómez, apodada cariñosamente Dulcinea, esposa y amiga que juntos, en un mismo ideal y en una profunda afinidad espiritual, cabalgando el humilde y trabajador Rocinante, continuarán con el Quijote Hernán luchando contra los molinos de viento de la vida: las fuerzas invisibles del ego tiránico. Hoy, el Quijote camino adelante ... y desde allí, preparando calor para cada Quijote y Dulcinea que se acercan a las moradas del cielo. Para Dulcinea, Quijote: “fue y seguirá siendo mi maestro y guía, en el camino del crecimiento espiritual, que en estos momentos me parece triste y sombrío, por su ausencia física, pero con la plenitud y paz que cultivó en mi corazón”.
PD Rocinante está feliz y descansado, saboreando los más tiernos y suculentos forrajes y cereales. Y al final de la tarde, de postre, ¡una manzana del amor!
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