Friday 29 January 2021

EL PANORAMA DEL CRISTIANISMO

Hay dos factores principales que distorsionan la relación del hombre con Dios y lo desvían del camino de su destino supremo: el materialismo y el formalismo.

El formalismo en la religión enfatiza el ritual, los preceptos fundamentales y las observancias por encima del significado del espíritu de la religión y el materialismo niega la existencia de un mundo espiritual.

Ahora, el materialista diría: "Si no hay un Dios eterno y un alma inmortal, exploremos la vida presente tanto como sea posible, conquistemos los bienes de la fortuna, la gloria, los placeres en la mayor abundancia y despreciemos todos los elementos espirituales como cosas de la imaginación e incluso, utopías".

El formalista admite la existencia de un mundo espiritual y cree que los diez preceptos que recibió Moisés en el Sinaí, es decir, los mandamientos de la ley de Dios, se basan en este credo. Pero se engaña a sí mismo. Lo que él llama religión son generalmente fórmulas y ceremonias litúrgicas estériles. Repetir mecánicamente ciertas palabras, realizar ciertos gestos, desenredar el rosario con un cierto número de oraciones ... ¡eso es lo que él llama piedad, religión, vida espiritual!

Si el materialismo representa el vacío de la religión, el formalismo es una caricatura de ella ... si el materialismo es un valle estéril, el formalismo es una tierra cubierta de ruinas.

Jesús y Pablo de Tarso vivieron y murieron luchando contra la negación de la espiritualidad y la distorsión de la verdadera espiritualidad.

La revelación divina, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es una vehemente ofensiva contra estos dos enemigos básicos de la religión, y conocer la Palabra de Dios es el mejor preventivo contra el materialismo destructivo y el mejor correctivo del formalismo corruptor.

La sinagoga murió por exceso de formalidades estériles, y el paganismo agoniza con la falta de una espiritualidad genuina y sana, y hoy en día, estas dos patologías ejercen su vasta y pérfida estela de destrucción en la sociedad moderna y en el cristianismo.

Es urgente volver a la palabra de Dios, tal como se encuentra en las revelaciones de los grandes maestros, ya que el conocimiento más íntimo y la constante asimilación de la palabra son las garantías de la cordura espiritual, preservando el alma de los errores del materialismo y la corrupción del formalismo.

Incluso hoy, Dios es para muchos cristianos un "dios desconocido", como lo era, en el siglo I, para los paganos de Atenas mencionados por el apóstol Pablo. Y, como los samaritanos, a quienes Jesús se refiere, muchos cristianos hoy adoran a un Dios que ignoran. Tienen tiempo para todo e interés por todos los problemas, excepto el problema central de la existencia humana y del que depende el destino feliz o infeliz del hombre.

Lamentablemente, el hombre no es consciente de esta separación existencial entre él y su creador, por lo que la palabra de Dios no da fruto en todas las almas, porque no siempre encuentra un terreno favorable para su evolución. Un corazón duro, superficial y fragmentado, o lleno de preocupaciones mundanas, no permite un crecimiento espiritual normal. Corresponde al hombre, por tanto, preparar, mediante un sincero esfuerzo moral, el campo de su alma para que esta palabra produzca abundantes frutos de salvación, pues el conocimiento de Dios, no es privilegio de una casta o élite espiritual de humanidad, pero accesible a todos los hombres, aunque muchos rechazan a Dios y prefieren vivir en la ignorancia religiosa.

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