Tuesday 19 January 2021

¿CUÁL ES LA VERDADERA MENSAJE DE JESÚS A LA HUMANIDAD?

El mensaje de Jesús, según el Evangelio, no tiene carácter ritual, moral, intelectual o social.

Su mensaje es esencialmente metafísico, o en la búsqueda del conocimiento de las causas primarias, es ontológica, real, cósmica.

Como este mensaje tuvo lugar en un ambiente humano de poca comprensión, inicialmente fue condicionado y contaminado por el ambiente de ese momento de la historia, y así, el contenido divino del Evangelio fue impactado por sus frágiles receptores humanos.

El cristianismo heredó su colorido ritualismo de los misterios paganos del Imperio Romano, según el cual la salvación del hombre consiste en ciertas prácticas mágicas y ocultas, relacionadas con ciertos objetos, fórmulas, gestos, etc.

El judaísmo de la época dañó al naciente cristianismo con la idea de la redención por sangre, según la ceremonia del "chivo expiatorio" que se realizaba anualmente en Jerusalén, y que fue glorificada por un ex rabino judío convertido al cristianismo, iniciando el concepto bárbaro de la sangre de Jesús para lavar los pecados de la humanidad.

Posteriormente, en el principio del Renacimiento, el mensaje de Jesús fue interpretado intelectualmente, proyectado sobre el trasfondo de un análisis de la letra de la Biblia, y en un acto de confianza en su sangre como si esa sangre fuera el elixir para redimir a los pecados de la humanidad.

Finalmente, en la actualidad, el cristianismo se identifica con la filantropía social, las obras de caridad y el altruismo, relacionadas con la idea evolutiva de sucesivas reencarnaciones.

Todas estas versiones pueden, hasta cierto punto, aceptarse como fenómenos simultáneos, pero ninguna de ellas representa el centro y la base del mensaje auténtico de Jesús.

Ritos, sacrificios, estudios, creencias, altruismo, todo esto pertenece todavía a la concepción antigua de que el hombre es solo su ego físico-mental-emocional, un concepto que Jesús superó totalmente. Para él, el hombre no es su cuerpo material, ni siquiera en la forma más purificada; el hombre no es su personalidad, sino su Yo esencial interior, su individualidad profunda y divina, su alma o espíritu que Cristo llama el "Padre", la "Luz", el "Reino", el "Tesoro Escondido", la "Perla Preciosa".

La concepción que Jesús tiene del hombre y que constituye la quintaesencia de todo su mensaje es profundamente metafísica, ontológica, realista, cósmica.

El mensaje del Evangelio no apunta principalmente a transformar el hombre-ego vicioso en un hombre-ego virtuoso, que Jesús rechaza con “un parche nuevo en ropa vieja”; pero invita al hombre a descubrir su realidad divina, ya existente en él, pero aún inconsciente; lo invita a tomar su luz divina bajo el celemín de su inconsciencia y colocarla en el candelabro de su conciencia; invita al hombre a tomar conciencia del Padre, la Luz, el Reino, el Tesoro, la Perla, que el hombre es por naturaleza, pero que ignora el ser; Jesús invita al hombre a lo que los filósofos orientales llaman "autoconocimiento", y que aparece en el Evangelio con el nombre de "el primero y el más grande de todos los mandamientos".

El mensaje de Jesús no se refiere a algo que el hombre deba hacer, sino a alguien, que el hombre debe ser conscientemente; y de este ser de la mística del primer mandamiento surgirá espontáneamente la realización del segundo mandamiento de la ética: la experiencia ética de la fraternidad universal es, para él, el desborde irresistible de la experiencia mística de la paternidad única de Dios. El autoconocimiento místico produce la autorrealización ética. Gira enteramente en torno a la Realidad Metafísica del hombre cuyo centro y raíz es Dios, Absoluto, Infinito, Eterno. Toda su grandeza consiste en haber alcanzado las alturas de la visión de la identidad esencial entre él y la Divinidad. Por eso, este mensaje sobrepasa infinitamente todos los altruismos y moralismos, todas las virtudes y piedad, y culmina en la más exquisita metafísica de la naturaleza del ser, de la Unidad en todas las Diversidades, de la Esencia Absoluta en todas las Existencias Relativas.

Cuando el hombre todavía se identifica con su ego tiránico y trata de convertir ese ego vicioso y malo en uno virtuoso y bueno, camina por el “camino angosto” y pasa por la “puerta estrecha” del deber obligatorio, siempre difícil y con sacrificio; después de despertar a la conciencia de la realidad de su Yo esencial y divino, entra en la zona del "yugo suave y la carga ligera" de la voluntad espontánea; pasa de la buena voluntad del virtuosismo moral a la sabiduría de la comprensión y su moralidad dolorosa se convierte en una ética gozosa, y sólo entonces encuentra “descanso para su alma”.

Cuando Mahatma Gandhi escribió que “la verdad es dura como un diamante y delicada como la flor de un durazno”, entendió que la dureza del deber puede asociarse con la delicadeza del querer, suponiendo que mi ego virtuoso entre en el área de mi Yo sapiente.

Afortunadamente, en estos albores del tercer milenio, encontramos, en todo el mundo, algunos hombres que están comenzando a descubrir y comprender el alma del Evangelio, a sentir, como afirma JW Hauer, un escritor alemán de estudios hindúes y religiosos: “Que el mensaje de Jesús contiene algo infinitamente más profundo y sublime de lo que generalmente leemos y escuchamos en el Occidente cristiano”. Sin embargo, para que esta comprensión se materialice, el hombre debe superar su intelectualidad analítica y entrar en la nueva dimensión de la conciencia intuitiva, de la percepción de la Verdad, para que el profano de hoy pueda convertirse en el hombre crístico del futuro.

 

No comments:

Post a Comment