Agustín de Hipona y Tomás de Aquino son los representantes del catolicismo romano.
Pablo de Tarso y Martino Lutero dieron origen al protestantismo, porque los reformadores del siglo XVI volvieron a lo pasado hasta llegar a la teología de las epístolas de Pablo, especialmente a los romanos, pero no deambularon hacia el Evangelio de Jesús, y hasta hoy, junto con el catolicismo romano, el protestantismo y la sinagoga, se estancaron en la visión que separa al Creador de sus criaturas. Pablo, este gran pionero del primer siglo es genuinamente crístico evangélico en muchos sentidos, pero no se ha liberado por completo de ciertos vicios de la sinagoga, de la que era rabino, y, desafortunadamente, la iglesia cristiana no sabía cómo separar el oro de las enseñanzas de Jesús presentado en las epístolas de Pablo, de la escoria de la sinagoga decadente, oro que también se puede encontrar en ella.
La iglesia romana estaba firmemente a favor de la magia sacramental de Agustín, donde el elemento mágico (antiguo Egipto, ocultismo moderno) siempre prevaleció y el protestantismo a su vez simpatizó más con Pablo, siguiendo la línea de respeto por la ley automática de la sinagoga, reemplazando la sangre del viejo chivo expiatorio con la sangre de Jesús.
El personaje de Jesús no es ni Pablo ni Agustín, ni asiático ni africano, sino claramente universal, cósmico. El mensaje de Jesús es algo totalmente nuevo y original, desconectado del tiempo y el espacio, del rito y la raza, del credo y la clase.
En este universalismo independiente, Jesús es mucho más ario que semítico, y no es sorprendente que Alfred Rosenberg (1893-1946) en teoría racial, probablemente en su libro, “El Mito del Siglo XX”, rechazara la ascendencia semítica de Jesús, haciéndole pasar por un legítimo ario.
Jesús ignora por completo un reino de Dios que viene externamente al hombre, a través de iglesias y cualquier rito, dogma, observancia, etc. Él es todo profético-platónico-místico, y nada sacerdotal-aristotélico-
Desafortunadamente, según la teología de la iglesia, Dios está separado del hombre, Dios en el cielo y los hombres en la tierra. A pesar de que Jesús adoptó esta analogía del Padre y sus hijos, quienes parecen ser entidades separadas, él mismo explica que, en verdad, “Yo y el Padre somos uno”, es decir, que es solo en apariencia externa, en la forma dada a la existencia, que parecemos dos entidades separadas, pero en esencia somos una. Jesús usó este lenguaje de manera didáctica, ya que el estado de conciencia de los hombres en ese momento e incluso hoy, no puede comprender que el Reino de los Cielos está dentro de nosotros, y por esta razón hace que el hombre aspire a ese estado, en “Tu reino ven a nosotros”.
Hoy, gran parte del mundo espiritual está haciendo un esfuerzo honesto por volverse a Cristo mismo, superando todas las teologías cristianas. Paradójicamente, para llegar a Cristo, tenemos que ir más allá del cristianismo. Cualquiera que no tenga suficiente autonomía espiritual hará bien en no buscar a Cristo fuera del cristianismo, sino que continuará profesando el cristianismo tradicional como el camino hacia Cristo.
No todos han tenido la experiencia cósmica de Mahatma Gandhi, quien, insistentemente invitado a vivir el cristianismo de la Iglesia católica, respondió: “Acepto a Cristo y su Evangelio, pero no acepto tu cristianismo”.
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1)- El dualismo unilateral es una concepción de la Iglesia Católica que no pudo absorber la idea del monismo universalista de Jesús. Este dualismo es el resultado de la visión obtusa de la iglesia, que “separa” al Creador de sus criaturas, porque, para ella, el Padre está en el cielo y las criaturas aquí en la tierra.
Aunque Jesús adoptó esta analogía del Padre y sus hijos (que parecen separados - dualismo), explica que en verdad “Yo y el Padre somos uno”, es decir, que es solo en apariencia externa, en la forma dada a la existencia, que parecemos entidades separadas, pero en esencia somos uno (monismo).
Es unilateral porque es la visión restringida (dualista) del hombre que, como criatura, solo puede tener esta noción parcial y lateral de quién está viendo las cosas desde su pequeña perspectiva, incapaz de ver el Todo.
La visión de Jesús era monista (o universal), que todo lo que existe, lo creado, es una manifestación, una expresión del Ser Supremo que creó todas las formas, y ninguna forma es idéntica a otra en la expresión de su existencia, pero todas tienen la misma y única esencia de ese Ser, el único, inmanente en ellos.
Jesús debe haber adoptado esta postura dualista como una estrategia pedagógica porque vio el débil estado de conciencia del hombre, que no descubre el reino de los cielos dentro de sí mismo, su Dios interno, la esencia divina dentro de él. ¡Y la iglesia no avanzó este concepto, no siguió la sabiduría de Jesús y todavía espera la llegada del reino de los cielos, tan confundido y aturdido como los judíos que todavía esperan que llegue el Mesías!
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