La quintaesencia, el Alfa y el Omega de toda filosofía y religión se resumen en lo siguiente:
--- Que hay una Realidad absoluta (Dios, la Fuente, el Creador, la Potencia Cósmica), infinita, eterna, consciente,
--- y que todas las cosas del Universo, percibidas como diversas y distintas, son sólo manifestaciones múltiples de esta Realidad única.
La pluralidad de fenómenos es meramente aparente, pero la unidad del Noumenon es real.
Según Platón, el Noumenon es la idea, de lo que se piensa, que existe en las imágenes de la mente del observador, lo inteligible, que solo puede entenderse por la inteligencia, por la razón, y no por los sentidos, a algo no fenoménico, es decir, no pertenece a una intuición sensible, sino a una intuición intelectual o suprasensible.
Este término fue bien conocido en los estudios filosóficos de Immanuel Kant.
La Realidad no tiene principio y no llegará a su fin, mientras sus fenómenos comienzan y terminan, nacen y mueren. Los fenómenos transitorios son causados - la Realidad eterna no es causada, pero causa todos los efectos.
Cuando se dice que el hombre finito es infinitamente inferior a la divinidad, confiere con lo que Albert Einstein - ese inmenso genio científico cósmico, místico, humanista y visionario - dijo en uno de sus discursos académicos que: “... un espíritu se manifiesta en las Leyes del Universo, que es muy superior al del hombre”.
La única virtud, lo único necesario para el ser humano, donde alcanza la perfección, es percibirse e integrarse en la unidad de la Causa Absoluta a través de la pluralidad de efectos relativos.
Darse cuenta de la pluralidad sin unidad es analfabetismo filosófico; percibir la unidad sin pluralidad, es un unilateralismo de principiante; percibir la unidad en la pluralidad, es que es el grado más alto de perfección. El primer estado es el caos, el segundo es la monotonía, el tercero es la armonía.
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