Monday 12 July 2021

POLÍTICA DEL AMOR ESPONTÁNEO

El mundo del romanticismo de ensueño se aplica a innumerables actividades humanas. Y el mundo de la política no tiene excepciones, también con sus numerosas variantes, desde la antigüedad remota hasta el idealismo democrático de la antigua Grecia y culminar en un régimen cósmico, de perfecta armonía y abundancia.

Y los ensayos para la materialización de esta realidad futura, fueron presentados por muchos seres humanos que, desde las alturas celestiales, descendieron a la atormentada atmósfera de la Tierra presentando sus mensajes de conciliación y redención. El más famoso de ellos, el más grande romántico y soñador, logró lanzar en su plataforma, la más sublime de todas las modalidades de comportamiento ético, moral y gubernamental, cuando después de 40 días de silencio y meditación en las colinas de Kurun Hattin, en Judea, formulado en su Sermón del Monte, el mayor documento de la divina mística, apunta al hombre la plataforma del Reino de los Cielos, en la política de cooperación colectiva, sin sueños y sin romanticismo, pero en una realidad que se puede materializar.

Para comprender tal sabiduría, el hombre debe ir más allá de las demandas de su intelecto analítico y abrir su alma a la experiencia intuitiva, despertando a la realidad de su Yo espiritual, mientras la idea de la separación entre el Creador/criatura permanezca, la humanidad continuará viviendo bajo el dominio de la codicia por las cosas materiales que sigue siendo el mayor mal y el único impedimento en su peregrinación a lo más alto, apuntando al camino de la Auto-Realización. Ningún otro desorden ha recibido tanta atención de los maestros espirituales de la humanidad. Jesús siempre advirtió a sus discípulos contra los peligros de ser esclavizados por bienes materiales: “Nadie puede servir a dos señores; porque odiará a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y despreciará al otro. No puedes servir a Dios y a las riquezas”.

En la antigüedad, la única forma en que alguien podía liberarse de esta esclavitud era abandonar el mundo, todas sus posesiones, y un ejemplo bien ilustrado fue la renuncia de Francisco de Asís y muchas otras almas desinteresadas y heroicas que eligieron este camino.

Hay, sin embargo, otra forma de liberación.

Consiste en el hecho de que el hombre, aunque legalmente sigue siendo el propietario de sus bienes, dirige parte de ellos para el beneficio y disfrute de sus semejantes. Por lo tanto, deja de ser el dueño, convirtiéndose en administrador de parte del patrimonio del Creador en favor de la humanidad.

El capitalismo radical defiende el derecho a la posesión individual con usufructo individual.

El comunismo defiende la propiedad social con el usufructo colectivo.

Sin embargo, ni el capitalismo ni el comunismo son políticas aceptables. Cada uno de los dos tiene una verdad y un error. La verdad del capitalismo es el derecho a la posesión individual, pero su mayor error es el usufructo individual. El comunismo defiende la verdad del usufructo colectivo y comete el error de prohibir la posesión individual. Si evitamos los dos errores, el del capitalismo y el del comunismo, y mantenemos las dos verdades que cada uno profesa, tendremos una forma de ideología política basada en la división equitativa de la riqueza. El gran mal no está en el derecho a la posesión individual; lo malo es que el poseedor individual quiere disfrutar de todos los bienes solo, o con su pequeño grupo, independientemente de las necesidades de los demás.

Mientras el hombre no esté convencido de que él es simplemente el administrador de la riqueza recibida del Creador a favor de la humanidad, no habrá una solución política al doloroso problema colectivo. Pero esta convicción proviene solo de una gran comprensión de la verdad interna de cada individuo.

Cuando el hombre supera su ego tiránico y descubre su Yo divino, pierde el sentido estrecho de lo que le pertenece solo. La muerte del ego y su resurrección en la idea colectiva de la división de bienes, necesariamente produce la muerte de la idea de lo que es propio y el resurgimiento de lo que pertenece a todos, porque compartir es cuidar.

Esta es la política del amor espontáneo, muy diferente de la avaricia del capitalismo y el comunismo político del derecho obligatorio. 

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