Tuesday 20 July 2021

¡QUERIDO SEÑOR!

La oración es el acto de ser consciente del aliento de Dios que fluye a través y alrededor de nosotros en cada instante de nuestras vidas. ¿Ese aliento divino nos olvidaría por un instante? La práctica de la oración, entonces, es tomar conciencia de la Conciencia de Dios. Cada respiración, cada pensamiento, se convierte en un acto de oración, porque no podemos separarnos de esa respiración.

Pensando que Francisco estaba casi sin aliento, lanzó uno de los sermones improvisados por los que era famoso. Miró hacia el cielo y estiró los brazos como un pájaro gigante, las mangas de su hábito cayendo y dando la impresión de alas.

“Oh, Señor, hazme un instrumento de tu paz”. Tráeme en una flauta que se coloca en tus labios Divinos, y lléname con el aliento de tu espíritu. Envuelve tus dedos alrededor de mi alma y cubre los agujeros de mi vida. Haz de mí una canción para el Amado, un himno a la santidad de tu amor divino y amable. Enséñame lo que significa rendirse al ritmo de tu baile. Destruye la vasija vacía de mi vanidad y lléname con tu vino sagrado. Déjame beber hasta que me supere tu amor, luego abrázame para que pueda caer en tus brazos abiertos.

“Oh Señor, enséñame a convertirme en un instrumento de tu gracia”. Abre mi corazón y deja que tu amor fluya hacia mí como un río de refrigerio. Luego coloca mi boca contra la tuya para que pueda saborear la dulzura de tus labios y trague la medida completa de tu aliento sagrado. Deje que su música resuene en mi hogar y me abrume tanto que ya no pueda contenerme. Entonces déjame bailar al ritmo rítmico de nuestros corazones unidos, el pulso celestial sin el cual no puedo sobrevivir.

“Señor, hazme un instrumento de tu pasión”. Revuelve las profundidades de mi espíritu y muéstrame cómo se siente enloquecer por amarte. Deja que mi corazón grite por el dolor de demasiada ternura, y sé herido por la flecha de tu aguda y penetrante mirada. Enciérrame dentro de la habitación de tu cama y obligarme a esperar tu abrazo. Y cuando la luz del día se desvanece y finalmente vienes a mí, hazme señas con tus ojos y caigo en ti, justo cuando el río se funde con el mar o cuando la tierra se envuelve alrededor de las raíces de un árbol poderoso.

Extractos del libro La Oración de San Francisco, de James F. Twyman

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