El mundo que nos rodea es un mundo de efectos visuales, cuya causa es invisible.
Detrás de este vasto lienzo multicolor de fenómenos transitorios existe la misteriosa causa incolora, el Absoluto eterno e inmutable.
El hombre profano es constantemente dirigido por el mundo externo; no es él quien decide, es el mundo de los fenómenos el que determina lo que este hombre debe hacer o no hacer.
El hombre profano no es un sujeto actuante, sino un objeto accionado.
Es esclavo de sus sentimientos, pensamientos y esposado a todo lo que satisface su ego, lo que obstaculiza la libertad de ser él mismo, su verdadero Yo esencial divino.
Está a merced de pasiones egoístas: avaricia, sensualidad, miedo, odio, aversión, una víctima pasiva de todos los impactos provenientes de la periferia de su personalidad.
Es una rama agitada por el viento y no una estructura fija en rocas eternas.
El hombre profano se mueve como una marioneta manipulada por cuerdas invisibles ... pies y manos, mente y corazón, bajo las fuerzas de agentes externos.
No se guía a sí mismo, es guiado.
Pero cuando el hombre supera la frontera del mundo de las apariencias y entra en la zona de la gran realidad; cuando, como víctima de los efectos externos, se convierte en dueño de su causa interior, de la criatura al Creador, de las apariencias a la esencia, de lo temporal a lo eterno, deja de ser esclavo de las ilusiones y se convierte en maestro de la verdad.
Abandona las arenas movedizas del mundo periférico y establece su hogar en las rocas sólidas de la realidad divina.
Él proclama su verdadera libertad: "la gloriosa libertad de los hijos de Dios".
Y desde las alturas de su Himalaya espiritual, este hombre contempla con serenidad alegre todos los altibajos de la vida humana y del mundo que lo rodea.
No con el desdén arrogante de los orgullosos, sino con la humilde benevolencia del sabio.
Quien todo comprende no conoce el desprecio, el orgullo y el odio: abarca todas las cosas con una poderosa suavidad y con el suave poder del amor universal.
En el corazón de este hombre, todos los seres en el universo de Dios tienen un lugar y un hogar seguro.
Porque el iniciado sabe por experiencia íntima que todos los hijos de Dios son sus hermanos y hermanas, miembros de la gran familia del Padre Celestial.
La verdad es libertad.
La libertad es comprensión.
La comprensión es amor.
Amor es felicidad.
No te permitas ser un títere de compulsión externa, y conviértete en el maestro del impulso interno.
Señor de tu vida.
Señor de tu destino, capitán de tu alma ...
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