EL GRAN HOMBRE

¿Quién puede recibir el título de gran hombre?

No sé...

¿El hombre inteligente? Pero no es suficiente tener inteligencia para ser genial...

¿El hombre poderoso? Pero hay muchas personas poderosas que viven inspiradas por sentimientos degradantes...

¿El hombre religioso? Sin embargo, cualquier forma de religión no es suficiente.

Todos estos hombres pueden poseer una gran inteligencia, una gran cantidad de poder y un cierto espíritu religioso, y aun así pueden no ser grandes hombres. Puede ser que carezcan de cierto vigor y amplitud, cierta profundidad y plenitud, indispensables para la verdadera grandeza.

Los inteligentes, los poderosos, los virtuosos pueden no tener la necesaria libertad de espíritu... Puede ser que sus buenas cualidades no funcionen con esa vasta y leve espontaneidad que caracteriza a todas las grandes cosas. Puede ser que su perfección se mezcle con cierta timidez, con algo teatral y violento.

El gran hombre es silenciosamente bueno... Es genio, pero no muestra su genialidad... Es poderoso, pero no cuenta con poder... Ayuda a todos, sin prisas... Es puro, pero no grita contra lo impuro... Ama lo que es sagrado, pero sin fanatismo... Lleva cargas pesadas, ligeramente y sin gemir... Domina, pero sin insolencia... Es humilde, pero sin servilismo... Habla a grandes distancias, pero sin gritar... Ama, pero sin rendirse. Es bueno para todos, antes de que te des cuenta...

El gran hombre no destruye lo que está roto, ni apaga la mecha humeante, ni se escuchan sus gritos en las calles... Abre nuevos caminos sin aplastar a nadie... Abre espacios amplios, sin romper puertas... Entra en el corazón humano, sin saber cómo...

Todo esto hace el gran hombre, porque es como el sol, esta estrella muy poderosa para sostener un sistema planetario y muy delicada para besar un pétalo de flor...

Así es, y también lo hace el gran hombre, porque es un instrumento en las manos de Dios... De este Dios de poder infinito y amor supremo... De este Dios, cuya fuerza gobierna la inmensidad del Cosmos, y cuya paciencia comprende las debilidades humanas...  

El gran hombre es, más que nadie, la imagen y semejanza de Dios.