“No engañes a tu prójimo, no desprecies a nadie, nunca desees que alguien sufra dolor, ya sea por palabras o pensamientos. Al igual que una madre que mantiene a su único hijo con su propia vida, mantenga un amor inconmensurable por todas las criaturas.
Por encima y por debajo de ti, por todos lados, mantén tu simpatía y amor inconmensurable con todo el mundo, sin intención de lastimarte o enemistad.
Estar habitado por tal estado mental, ya sea caminar, sentarse, acostarse y hasta que el sueño te venza, se llama vivir en Brahma, o el Espíritu Supremo”. Buda
Según Guenther Zuehlsdorf en su ensayo, “La Experiencia Espiritual como Realidad”, que por la palabra Brahman, los hindúes entienden como el Espíritu Absoluto, la Realidad Suprema, la Conciencia Todo Penetrante, la Divinidad, de la cual todos los seres emanaron, como chispas de fuego, como gotas del mar. A través del conocimiento de Brahman, dicen, el iniciado alcanza el “summum bonum”, el bien supremo, la liberación, la inmortalidad, el bien más grande que un ser humano debe buscar, la meta última y una paz indestructible. En el Bhagavad Gita (la Canción Sublime, o la Canción de Dios), Krishna describe el conocimiento de Brahman como el “misterio real”.
No se puede conocer a Brahman porque él mismo es el principio que conoce, y su conocimiento presupone una intuición profunda. No puede lograrse ni intelectualmente ni por conducta moral. Solo se alcanza por fe, meditación y pureza de corazón. El ideal de los Upanishads (escritura hindú que presenta la esencia de los Vedas) no es el hombre inteligente, ni el asceta, sino el hombre sabio, el que logró esta intuición.
El conocimiento de Brahman transforma al hombre en un Dios. Debido a que revela su verdadera naturaleza divina, está perdido en la visión del Infinito; y desaparece la ilusión de estar separado del Todo, del cual nacen todas las debilidades e imperfecciones. Dado que Brahman es la última y única realidad, no podemos tomar ni agregar a su Ser. Brahman se revela por sí mismo cuando la ignorancia desaparece, así como una cuerda se revela como una cuerda, cuando la ilusión de que es una serpiente desaparece.
El conocimiento no depende de ninguna manera del hombre, es decir, de sus conceptos e ideologías, que, en el análisis final, no son más que imágenes de algo existente. El conocimiento despierta en el momento en que el hombre desvía su espíritu de las cosas del mundo fenoménico y lo dirige hacia adentro, cuando deja de percibir los ruidos y se sumerge en el silencio, en cuya profundidad se revela la identidad, la esencia del Ser.
Se expresa en las palabras: “Brahman Yo soy”, es decir, el alma individual y Brahman son idénticos y esta su identidad no es solo fantasía o imaginación; en otras palabras: el alma se conoce a sí misma como Dios en Dios. Por esta razón, nunca se debe relacionar a Brahman o el conocimiento de Brahman con ningún tipo de actividad, porque Brahman nunca puede ser un objeto, ni de actividades ni del conocimiento humano. En los Vedas a menudo se dice que el sol es Brahman, o que uno debe meditar en el Espíritu. Frases como estas no contienen conocimiento verdadero, son solo recomendaciones y adoración. Brahman en sí mismo nunca puede ser un objeto de devoción, adoración o meditación, porque Brahman no es una entidad que el hombre debe adorar.
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Los Vedas son los cuatro textos bíblicos de los hindúes: Rig Veda, Sama Veda, Yajur Veda y Atharva Veda. Son esencialmente una literatura de canto, ritual y recitación para vitalizar y espiritualizar todas las fases de la vida y la actividad del hombre. En este inmenso texto, los Vedas (raíz sánscrita que significa “saber”) son los únicos escritos a los que no se atribuye autoría. Rig Veda atribuye un origen celestial a los himnos y que provienen de “tiempos antiguos”, recitados en una nueva lenguaje. Divinamente revelado de edad en edad a los visionarios, diciendo que los cuatro Vedas tienen un propósito eterno.
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